Jean-François Fogel
Tengo todavía el libro azul de Luis Harss, de la editorial Hermes de México: Los nuestros. Era una traducción/adaptación de Into the mainstream, un libro-manifiesto publicado en inglés sobre la generación literaria del boom. Claro que entre los autores tratados figuran Miguel Ángel Asturias, Joao Guimaraes Rosa o Juan Rulfo. No se trata del boom como tal, pero creo que fue el libro que quería decir a todas las Américas: aquí está el territorio más caliente de la literatura. Carpentier, Onetti, Fuentes, García Márquez, Vargas Llosa venían como caballeros de la gloria después de un prólogo arbitrario con advertencias, que es la única manera de hablar de literatura de manera definitiva (es decir, para cada uno a su manera y con sus criterios).
Arbitrario pero cuidadoso es el peruano Diego Trelles Paz al escribir un prólogo para una antología de ficción cuyo título es un eco del libro de Harss: El futuro no es nuestro (editorial Eterna Cadencia de Buenos Aires). Con este título quiere responder a una serie de malentendidos asociados con la idea demagógica, pregonada y repetida hasta el hartazgo, de que el futuro le pertenece a los más jóvenes. Pero, aún más, quiere responder a la eterna pregunta sobre el porvenir literario: ¿quién de todos se quedará en la historia? Santiago Nazarian de Brasil, Juan Gabriel Vásquez de Colombia, Ena Lucía Portela de Cuba, Ronald Flores de Guatemala, Ignacio Alcuri de Uruguay. La lista incluye a veinte escritores, todos nacidos entre 1970 y 1980, la mitad de ellos ya con una cierta fama para los que siguen los asuntos de América Latina.
La apuesta sobre el futuro literario de los autores es un asunto de tertulias, de sobremesa después de una cena entre lectores. A mí me interesa más Santiago Roncagliolo que su compatriota Daniel Alarcón. Pero, lo digo sabiendo que es mi valoración por el momento. Pasa el tiempo y a lo mejor tendré la visión opuesta. Y los happy few, como decía Stendhal, de momento pueden desaparecer o transformarse en una muchedumbre. Pero quedará el prólogo de Trelles Paz: una visión de la literatura hoy en día. Cita a otros prólogos de otras antologías, McOndo, Líneas aéreas, Se habla español, antes de entregar su mensaje definitivo. Hay, escribe, una certeza formal y temática ya consolidada que nos reúne y nos identifica incluso más allá de nuestras voluntades y reticencias: la superación de la llamada novela total. No es nuevo, claro, Fuguet y Gómez lo decían en su sabrosa descripción del pueblo de McOndo, burlándose de Gabo. Pero, lo nuevo es, según el autor, la voluntad de recuperar el pacto maravilloso entre escritor y lector. Recordando a Carpentier, todos sabemos que escribir ‘pacto maravilloso’ en lugar de ‘real maravilloso’ no es algo ingenuo. Aquí está la apuesta del prólogo arbitrario de Trelles Paz: blogs, páginas personales, redes de contacto, correo electrónico, etc., favorecen la recuperación de un intercambio activo con el lector. El autor de ahora no quiere definir el mundo y su historia pero sí quiere meterse en el flujo de las voces digitales. El futuro no es suyo. Habla en un presente que se va, imposible de detener, como el caimán de la canción que se va para Barranquilla.