Jean-François Fogel
A sus 82 años, el escritor brasileño Rubem Fonseca se parece a su prosa: es un hombre directo, concreto, eficiente, obsesionado por el presente, que se mueve con una vitalidad deslumbrante y la obvia conciencia de que nadie, pero nadie, se puede resistir a la sonrisa de un anciano que renunció a jubilarse de la juventud. Seguí dos de sus apariciones en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara y no decepcionó a un público que le tiene obvio cariño, pues no ofrece la imagen de un escritor frente a sus lectores sino la de un actor metido en un show formidable.
Reclutado para participar en un encuentro de cuatro cuentistas Fonseca se comió a sus competidores: Luisa Valenzuela, Sergio Pitol y Ednodio Quintero, al leer con una sensual lentitud un cuento suyo cuyo final resumía su visión de la vida intelectual con relación a otra parte de la vida: "no se habla de filosofía en la cama". En otra aparición, supuestamente dedicada a definir "el placer de la lectura" tenía un micrófono portátil y se desplazaba a través del público repartiendo bromas, abrazos y chismes alegres. En todos los casos, una aparición suya se termina en una ronda infernal de aplausos y de firmas de ejemplares de sus libros.
El show funciona pero este autor que tanto me gusta por su energía en el momento de contar, da la impresión de escuchar a un hombre lleno de tristeza a pesar de sus carcajadas. Una tristeza tropical superada con pocos remedios: el humor, el sexo, el placer de comer (aunque él se parece a un gato flaco) y la literatura. Fonseca habla portuñol, claro, pero su idioma es parte de su encanto. Cuando dice "aquí, hablando español, me siento en mi casa" no se puede negar su energía para entregarlo todo frente a las preguntas de los lectores. A veces responde de manera directa como a las preguntas sobre sus cuentistas favorecidos (Maupassant, Kafka, Borges, Tchekov) o su legendaria velocidad como lector ("Aprendí a leer solo, a los cuatro años. Tengo la capacidad de captar palabras enteras sin tener que dedicarme a leer letras lo que me da una velocidad formidable: un promedio de cien páginas por hora"). Pero en general mantiene su show con fórmulas contundentes en todos los temas. Unas muestras:
¿Usted teme a la muerte?: "Necesito a la muerte. Mato a mis personajes. Siempre fue así. Soy un autor que mata."
¿Qué es lo que se requiere para ser escritor? "No ser analfabeta" (aunque en su repuesta terminó por añadir tres requisitos: determinación, paciencia y valor)
¿Por qué su personaje Mandrake es tan elegante? "Hay que ser elegante para ser un personaje de Rubem Fonseca".
¿Tiene algo de misoginia para dar tratamientos tan duros a las mujeres en sus libros? "No soy misógino. Prueba de esto es que las mujeres me parecen muy hermosas."
¿Qué puede decir de su biblioteca? "Tengo más o menos cinco mil libros. Llenan hasta mi bañera, están por debajo de mi cama, en mi cama. Cuando alguien me pide el préstamo de un libro, siempre digo que sí, te lo prestaré, mañana."
Lo mejor fue la respuesta a un lector que notaba una baja calidad en ciertos cuentos: "Cada lector inventa una obra a través de su lectura personal. Entonces si has notado una disminución de la calidad, querido lector, es algo posible, pero debes saberlo: es culpa tuya".