Jean-François Fogel
Hay días terribles para América Latina; este martes es uno de ellos. Hace tiempo que no hemos visto una perspectiva tan mala.
1. México. Andrés Manuel López Obrador se transformó ayer en un payaso de la democracia al proclamarse «presidente legítimo» de su país. Es un payaso que tiene audiencia en un país azotado por la pobreza. Pero es un payaso que no hace reír: su orgullo, es decir su esencia íntima, que no es la de un demócrata, pone en peligro la democracia mexicana menos de diez años después de la sujeción permanente al PRI. Democracia recién renacida y ya socavada.
2. Bolivia. Era ineludible: se sabía antes de la elección de Evo Morales como presidente que, tarde o temprano, habría un conflicto entre los Andes y la media luna amazónica. Desde ayer, ya lo tenemos. Seis de los nuevos prefectos del país rompieron ayer con el presidente boliviano. No quieren saber nada de lo que llaman su «prepotencia política». Los prefectos son tan legítimos como el presidente del país: son productos del voto directo de los electores. Democracia con conflicto interno.
3. Colombia. El «difícil momento», como dice hoy el diario El Tiempo, del presidente Álvaro Uribe no es otra cosa que una mayor sospecha sobre la legitimidad de su gobierno. Los rumores sobre la proximidad de su gabinete con los líderes paramilitares se transformaron en un escándalo con la publicación en la prensa del contenido del ordenador personal de Rodrigo Tovar («Jorge 40»). Su gobierno parece apoyado por parlamentarios que reciben dinero de paramilitares y estimulan matanzas. Democracia bajo sospecha.
4. Venezuela. Faltan menos de dos semanas para la elección a la presidencia de Venezuela y ya llega la polémica. El candidato Manuel Rosales dice que, según las encuestas, está al nivel del presidente Hugo Chávez en las intenciones de voto. La existencia de un complejo dispositivo electrónico, que incluye máquinas registradoras de las huellas digitales de los votantes, basta para configurar un entorno de miedo y de sospecha. Ya conocemos el resultado: habrá denuncias de fraudes. Democracia sin posibilidad de renovación.
5. Porvenir. No hay razón de ser optimista. América Latina no consigue establecer como norma una democracia que ya recibe en Europa otra denuncia, la de no pertenecer al mundo posmodernista. ¿Quizás es la razón de los descalabros democráticos en América Latina? Unos líderes que no quieren arreglar lo que ya no funciona muy bien en los países donde fue inventado.