Jean-François Fogel
Soy un tonto. Esperaba algo fuerte ayer: ruidos, comentarios, artículos en los periódicos. Ayer, fue el centenario de Wystan Hugh Auden, o W.H. Auden, tal como lo dicen las portadas de su libro. Pensaba en un evento un poco amplio, un recuerdo compartido, unas lecturas. Nada, o casi nada. En nuestro mundo, los poetas no tienen una segunda oportunidad. Creía que Auden era un caso aparte. Me equivoqué.
Aunque con Auden ocurrió algo inesperado hace unos años. Un poema suyo figuraba en una película y espectadores que ni saben de la existencia de libros de poesía quedaron deslumbrados. La película era Cuatro bodas y un funeral de Mike Newell, y el poema Funeral Blues es tan fácil de entender, tan luminoso y violento en sus palabras, tan ambicioso (se trata de apagar las luces del cielo) que su impacto fue inevitable: un triunfo para Auden. Claro que me equivoqué. No era triunfo sino moda.
Hoy, en el centenario: nada. O casi nada. Un excelente cable de la agencia EFE, firmado por Joaquín Rábago, cuenta la vida del “más importante poeta en lengua inglesa del siglo XX” (supera a T.S. Eliot, insuperable, él, como crítico). Según el diario The Guardian Auden es demasiado popular para ser el héroe de los investigadores en las universidades. Pero tampoco seduce a las masas para ser un bien de consumo cultural común. El Daily Telegraph dice que es la “voz más clara del siglo XX”. Hay que recordar que se trata de un diario inglés, publicado en el siglo XXI: este homenaje se parece a una discreta forma de clavar una navaja por la espalda.
En la ciudad de York (donde nació Auden), hay un plan para obligar los taxistas a aprender sus poemas para satisfacer a los turistas . No es “humor inglés” es “mala broma” para mandar al olvido lo que queda, para mí, del poeta del siglo XX. RIP, Auden, nadie te merece.