Javier Rioyo
Me cuestan las certezas. No voto convencido. Voto a la contra. No hago cejas, ni canto alegrías, tampoco soy un voluntarista de izquierda utópica, desunida y ex comunista. Y no me gustan los partidos confesionales, ni los de derechas, ni los nacionalistas. No me creo a Rosa Díez, aunque me gusten Savater y Pombo, escribiendo. Es decir: he votado caballo ganador. Sí, pero en mi descarga diré que he votado sin pasión. Aunque no me faltaron las ganas porque me pasé el fin de semana en Bilbao. Y eso del País Vasco, y algunas de sus enfermedades, nos hacen ser ciudadanos más conscientes de lo que es y no es la democracia.
Después de esa certeza que significa el acto de votar. De poner la confianza en unos y negársela a otros, quiero volver a mis dudas. A mis queridas dudas en la vida, la política, las gentes, el amor y otras soledades.
Antes de seguir con mis dudas, dar la razón al listo y sensato Adrián Vogel. Es listo. No pierde el tiempo con algunos artistas. No se entretuvo escuchando durante una hora y en directo a Mike Oldfield. Claro, que también se perdió el escenario, las voces y los coros que estaban muy por encima de los aburrimientos melódicos del británico. Concierto en el Guggenheim. Demasiado lugar para música tan olvidable. Y es listo porque me recrimina, con mucha razón, mi comparación entre Arturo Fernández y Almodóvar. Retiro lo dicho. Y mantengo mis dudas. Lo dudo.