Javier Rioyo
Es un cosmopolita de pueblo. Vive al lado de una de las más hermosas playas del sur en la que nunca se baña. Por su culpa, gracias a él, un grupo de escritores, poetas, músicos, y otros peculiares humanos que beben juntos al caer la noche, se reúnen el pueblo de Rota, cerca de Cádiz y al lado de una de las mayores "bases americanas" de Europa.
Es Felipe Benítez Reyes uno de los más curiosos, raros, elegantes e inclasificable entre los escritores españoles. Pertenece discretamente a un grupo que se creó por seguir su senda vital, parece un centroeuropeo con acento del sur, le sientan bien las patillas- pero se ha dejado barba- y los sombreros, aunque los usa con secuencia descendente. Sus libros narrativos nos reconfortan por el humor y sutiles tramas inteligentes. Sus poemas nos abren a otros mundos, otras voces. Tiene la gracia de saber decir y saber contar.
Desde hace unos días, y con el dulce placer de no hacer nada, estoy en los alrededores del "grupo de Rota", todos en vacaciones menos el sonetista y cantautor Sabina, que anda ganándose las perras en los escenarios. Manía de trabajar cantando para muchos que le permite mantener sus vicios. Sobre todo el feo vicio de comprar los mejores libros en las mejores ediciones.
Yo sigo instalado en la dulce pereza, el deseo de no hacer nada, el vagar sin apenas obligaciones, hacen que no haya abierto el ordenador. Una suerte de huida de tanto grito, tanta euforia, tantas banderas y tanto "viva España".
Entre lecturas y amigos, entre copas y atardeceres, y buscando una sombra para leer el último libro de Benítez Reyes, un libro de informes literarios y con collages del propio Felipe. Un ejercicio de imaginación con la marca de la casa. Una hermosa edición para un libro que se titula: "Formulaciones tautológicas". Estrena colección en la editorial ZUT. Y ante de copiarles uno de sus cuentos breves, me entretengo un instante en el principio de su biografía autorizada: "Poco más o menos, lo mismo que casi todo el mundo, aunque diferente- en lo accesorio al menos- a casi todo el mundo, como le sucede a casi todo el mundo en su paso por el mundo…" Pues, eso.
"LA FANTASIOSA"
"Lucrecia Urbach, prima de Matilde Urbach, siempre tuvo muy mala cabeza.
A los seis años de edad se aficionó al robo de identidades. "Hoy soy Leopoldo Lugones", podía proclamar. O bien: "A partir de ahora, sabed que soy el gato de Cheshire y que no pienso dejar de sonreír hasta que se me gasten los dientes". Un día se apoderó de la identidad de su abuela Magy, a consecuencia de lo cual la anciana se quedó anclada en una especie de limbo hasta la hora de su muerte, ya que su identidad era lo único que le quedaba, aparte de su colección de esmaltes húngaros, por supuesto, y de su abono para el Gran Teatro de la capital, donde tenía como vecino de palco al novelista Mujica Lainez.
Al cumplir los 18 años cogió la manía, en cambio, de regalar identidades incluso a los desconocidos. "Vos sos el astronauta Bowman", podía decirle a su padre. "Vos sos el obispo Ignacio de Antioquia", podía decirle al panadero.
A causa de aquellas fantasías, una mañana se levantó con dolor de cabeza, se miró en el espejo y vio lo que vio, tan incrédula como todos los que la vieron el resto de su vida"
Habrá que mirar el collage para entenderlo mejor. También se recomienda volver al poema de Borges. Incluso no viene mal reconocer que nunca fuimos aquellos que recibieron los favores de ninguna Urbach.