Javier Rioyo
Esa era una frase del bisabuelo de Javier Marías. No está mal. Era un español cubano que dejó en su desconocido bisnieto el placer por narrar. El placer por novelar. El placer y el sufrir del texto. Fue un encuentro cercano, serio e irónico. Verdadero y lleno de ficción el que en la mañana de ayer, día 17, hizo uno de los novelistas fundamentales desde hace ya más de 20 años. Javier Marías es uno de los imprescindibles escritores para entender los mejores caminos de la narrativa europea de fin de siglo y de la primera década del siglo XXI. ¿Cómo podrá seguir novelando después de su trilogía? No se me ocurre pero espero que siga. Que escriba aunque sea de otros. Digo "aunque" y hay cosas que Marías ha escrito sobre otros escritores que están entre sus mejores páginas. Me recuerdan a esas otras pequeñas obras maestras que Julien Green escribió sobre escritores ingleses.
Entre las muchas cosas útiles que para entender ésta feliz -y muchas veces insólita- pasión por escribir nos recordó algunas palabras sobre su, nuestro, admirado Faulkner sobre los "mandamientos" de un novelista: " un novelista es alguien absolutamente amoral que arrojará por la borda el honor, el orgullo, la decencia, la seguridad, la felicidad, todo con tal de escribir su libro; alguien, que si tiene que robar a su madre, no vacilará en hacerlo sin con ello logra el mejor resultado posible para su novela, el mejor efecto, la mayor altura, el secuestro del lector, la máxima calidad y la mayor eficacia."
¿Quién dijo que los novelistas, que los escritores tenían que ser buenas personas? Las buenas personas están bien, pero que se dediquen a otros oficios. Las buenas personas podrían dedicarse al sacerdocio o a la milicia, allí si que hacen falta y brillan por su ausencia. Todos somos peores.