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TEMPLAR

Por 4 de junio de 2007 Sin comentarios

Javier Rioyo

El mejor toreo se hace parando, templando y mandando. Tres virtudes dominadoras e inteligentes. No dejarse llevar por la pasión, el miedo, la rabia, la ofensa, la irritación o el impulso. No ser impulsivo. Una de las varias derrotas de mi vida es no haber conseguido esa tranquilidad. Esa templanza. No soy templado. No sé templar. Tampoco parar, ni mandar. Está claro por qué nunca quise ser torero. Por todo eso y por cobarde. Lo mío, como mucho se acercó al toreo de salón. Un juego de imitación de estilo dónde todo peligro es imaginario.

Tienen razón algunos, casi todos, los que me aconsejaron el otro día un  poco de paciencia. Haber dormido tres noches antes de contestar. Con lo fácil que parece. Con los problemas que te evita. No quiero parecer lo que soy. No quiero parecer impulsivo, nervioso, irritable y, mucho menos, mal educado. Así, aunque sea un poco tarde, vuelvo a pedir disculpas. Vuelvo a mi examen de conciencia. Y como no puedo prometer, no prometo, porque hace tiempo sé que yo no puedo decir nunca jamás. Soy muy poco zen. Muy poco oriental en general. No me entiendo. No me controlo. Peor todavía, me contradigo.
Sí, vivo entre mis contradicciones. ¡Y pensar que mis mejores guías son de esos que han sabido utilizar el sarcasmo, la ironía, la tranquila venganza, la manera fría, lapidaria de contestar y reflexionar sobre casi todo!

Lichtenberg, Bergamín, Karl Kraus y mi más cercano maestro, Stanislaw Lec, no me admitirían en su club. Lo siento porque me gusta estar entre gente más lista. Como castigo tendré que recordar, que escribir muchas veces algunos de sus aforismos, y así conseguir “compensar mi falta de talento con una falta de carácter”. Tengo que tener bien presente que lo habitual es que la compresión sea un proceso lento. Somos animales lentos.  Lec lo dijo bien claro: “Los hombres son lentos de reflejos: por lo general sólo comprenden en las generaciones posteriores”.

¡Qué lástima que no sea capaz de creer en los castigos! Y que además sea muy olvidadizo, soy capaz de arrepentirme muchas veces. Me olvido de casi todas mis promesas. Soy infiel,  puedo traicionarme a mí mismo.

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Javier Rioyo

Javier Rioyo (Madrid, 1952) es licenciado en Ciencias de la Información. Periodista, escritor, director y guionista de cine, radio, televisión y dramáticos. Dirigió y presentó el programa semanal de libros Estravagario en TVE 2, con el que obtuvo el Premio Fomento a la Lectura 2005, concedido por la Federación del Gremio de Editores de España. También ha sido responsable de cultura y libros en el programa diario Hoy por hoy de la cadena SER. Es colaborador habitual de El País (escribe para el suplemento semanal Domingo) y de la revista Cinemanía. En televisión, Rioyo ha presentado el programa "El Faro" del canal Documanía y ha obtenido dos premios Ondas en Radio y uno en Televisión. Ha sido guionista de numerosos festivales de música para Canal+, así como de los premios Goya, y de diversos programas de radio y televisión. También coordinó los guiones para la serie Severo Ochoa. Ha dirigido y participado en cursos de Comunicación y Cultura en diversas universidades españolas. Formó parte del Comité Asesor de Alfaguara y ha sido jurado de festivales de cine y premios literarios en varias ocasiones. Es autor del libro Madrid: casas de lenocinio, holganza y malvivir (Espasa Calpe, Premio 1992 Libros sobre Madrid); y de La vida golfa (Aguilar, 2003). En 2005, con su productora Storm Comunicación, realizó la producción ejecutiva y el guión de Miracolo Spagnolo, un documental para la RAI sobre la llegada de José Luis Rodríguez Zapatero al gobierno y su primer año de legislatura. También dirigió y produjo Alivio de luto, un vídeo documental en el que entrevista a Joaquín Sabina; así como Un Quijote cinematográfico. En 1994 fundó la productora Cero en conducta, con José Luis López-Linares, con la que tuvo a su cargo el guión y la dirección de Alberti para caminantes (2003); y la producción ejecutiva y el guión del largometraje Un instante en la vida ajena (2003), que obtuvo el Premio Goya al mejor documental; así como de Tánger, esa vieja dama (2002). También ha codirigido con José Luis López-Linares el cortometraje Los Orvich: Un oficio del Siglo XX (1997), y los largometrajes Extranjeros de sí mismos (2001), nominado al mejor documental en la XVI edición de los Premios Goya; A propósito de Buñuel (2000); Lorca, así que pasen cien años (1998), nominado a los premios Emmy 1998; y Asaltar los cielos (1996), nominado a los premios Goya al Mejor Montaje, y ganador del Premio Especial Cine, de los Premios Ondas 1997.

En 2011 fue nombrado director del centro del Instituto Cervantes de Nueva York en sustitución de Eduardo Lago.​ Ocupó el cargo hasta septiembre de 2013, cuando fue sustituido por Ignacio Olmos.​ En 2014 fue nombrado responsable del centro del Instituto Cervantes en Lisboa.​ En febrero de 2019 deja el cargo y pasa a dirigir el centro de Tánger de la misma institución.

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