Javier Rioyo
Se acaba de publicar en España -en la editorial Mondadori- la biografía de uno de los más incorrectos, interesantes, provocadores, importantes y desconocidos cantantes y compositores franceses. Él fue un absoluto ídolo, no sólo por sus canciones, en Francia y casi un desconocido en el resto del mundo. Se llamó, se llamará siempre, Serge Gainsbourg. Del anonimato y del olvido fuera del territorio francés le salvó una canción. Un escándalo de canción que todos conocemos, un himno jovial al placer del amor: Je t’aime, moi non plus. En la biografía, de Silvie Simon, se dedican muchas páginas a la historia de esa canción. Una canción que fue escrita y grabada para una de sus amantes de entonces, una tal Brigitte Bardot. Que era muy hermosa, pero que ya era tonta, temerosa y convencional. Cuando la canción se persigue en Francia, después se prohibiría en medio mundo, la acobardada con mucho cuerpo y pocas luces , la famosa BB, le pide a Serge que no saque el disco, que, por favor, por sus horas felices en la cama, retire el disco. Lo hace. Y busca otra que quiera cantar ese himno amoroso lleno de jadeos y suspiros. Después de tentativas fallidas -¡qué pena que Marianne Faithfull dijera no, y no por cuestiones morales o cobarditas como BB sino por el control que sobre ella ejercía su novio de entonces, Mick Jagger- se grabó con una chica de piernas largas, ojos grandes, minifaldas cortas y con la deliciosa seducción de las andróginas. La chica se llamaba, se llama, Jane Birkin. Desde entonces estamos enamorados de su voz, su cuerpo, sus dientes, su sonrisa, sus hijas y de todo lo que haga este delicioso ser que por un tiempo fue capaz de domar, amar, hacer padre y amigo al más genial de los músicos pop de Francia.
Hace años murió Serge. Sin haber follado con Whitney Huston -como claramente lo dijo en directo en un programa de televisión- pero habiendo estado con algunas mujeres muy hermosas. Y habiendo compuesto algunas canciones que nos acompañan desde hace años. Murió por haber bebido demasiados cigarrillos. Bebió demasiados Gitanes. En su casa, en los exteriores del número 5 de la Rue Verneuil, en pleno Saint Germain, no queda un trozo de pared sin graffitis. Muchos se lo imaginan divertido en el cielo. Como aquel dibujo de una revista satírica francesa y famosa, se lo imaginó atacando sexualmente a la mismísima Virgen María, prometiéndole una bella canción.
Se nos olvidarán otras canciones, pero nunca olvidaremos los susurros de aquella canción que cantó con Jane Birkin. Por cierto, que algo le debe a su amigo Dalí. Algo del título. El de Cadaqués había dicho aquello de : "Picasso es español, yo también. Picasso es un genio, yo también. Picasso es comunista, yo tampoco". Moi non plus.