Javier Rioyo
Cuando terminé el texto de Juan Cruz, por algunos llamado novela y, desde luego una obra de no ficción, Ojalá octubre, me sentí en deuda con mi padre. Sentí no haberlo conocido mejor, haber hablado más o haber observado con más interés a ese enigma que es el padre. No lo hice, ya no lo puedo hacer.
Un gran libro para observar al padre, para observarnos a nosotros, es el libro que ayer presentaron en Madrid cuatro destacados lectores. Manuel Vicent, agudo observador de la figura del padre y uno de los mejores conocedores de los silencios y las palabras de Juan Cruz. Ángel Gabilondo, rector y filósofo, otro buceador por nuestras historias familiares. Marta Sanz, novelista que ha sabido encontrar en el terror, y otras cosas, en cualquier familia de apariencia vulgar. Y Juan Barja, editor y director del Círculo de Bellas Artes, que como los demás se dio cuenta que todo libro escritor sobre los otros, es un libro sobre nosotros mismos. Un gran libro, el mejor de un espacio, unas emociones, unas verdades y unos recuerdos de un escritor que escribe casi sin parar desde hace ya muchas décadas.
Un libro con aliento de algunos escritores que admiro del Sur americano. No tanto, prácticamente nada, del escritor que le dice el título, Truman Capote -¡qué buena esa otra mirada cinematográfica de A sangre fría que ahora se llama Historia de un crimen -sino a otros del profundo Sur y mucho menos cosmopolitas que Capote. Yo terminaba de leer el espléndido libro de relatos, Las praderas del cielo. Historias en un valle, seres humanos unidos por un territorio, como una novela de vidas cruzadas, de John Steinbeck que ha rescatado Riestra en su editorial, Ediciones del viento. Y recibí el mismo aroma, con las distancias, los tiempos, las referencias y lo que quieran, que en algunos personajes de la familia de Juan Cruz. El padre, también otros, podría ser perfectamente un personaje de esas “praderas del cielo”.
Las emociones y las lecturas son así de libres. Mi paralelismo entre Steinbeck y Cruz me sucedió en unos días de lecturas paralelas. Otra coincidencia. Estoy deseando volver a Steinbeck. Se que siempre seguiré leyendo a Juan Cruz. De uno soy amigo, del otro me hubiera encantado serlo. Me hubiera encantado conocer aquellas gentes de aquellos valles de California. Y después haberme podido escapar al mundo del Caballero del Rey Arturo en la compañía de ese elegante americano de pueblo. Un caballero del Sur.
Mientras tanto seguiré buscando las praderas del cielo. ¿Será posible encontrarlas por los alrededores de Vigo? Probaré, para Vigo me voy.