Javier Rioyo
Alguna vez me he ido de "grouchos" con Manuel Rivas, aun que no sabía que se llamaba así. Estoy con su último libro, Os Grouchos, donde se recogen sus colaboraciones en El País de Galicia de los últimos años y donde se incorporan otros textos nuevos o dispersos. Hace años que Rivas demostró que el gallego, además de ser lengua de pobres y poetas, era también una hermosa lengua para escribir en los periódicos, para contar cuentos, novelas o ensayos. El gallego de Rivas es la lengua de un escritor que propone viajes libres y rebeldes. La lengua de un gallego que no tiene miedo al mar, que se embarca aunque tenga que superar tempestades.
Groucho no es sólo el hermano mayor de los Marx, es en gallego ir de tragos, pero no beber por beber, ir para contar cosas a pie de barra. Universal barra donde todo puede ser dicho desde esa ironía que debe vivir entre las tierras, los mares, las calles y los bares de este lugar de un finisterre que no quiere ser conservador, aunque tantas cosas tengamos que conservar. Un libro abierto y libre, como los mejores bares. Un libro, que como los hijos o los perros, termina por parecerse al amo. Un libro que se parece mucho a Manuel Rivas. Cuánta cosas muy serias con mucho humor, con esa lengua lírica llena de curvas, lengua para el placer. Lengua afrodisíaca. Pueblo sentimental, ¿y qué pasa? A ver quién tiene los cojones de llorar como lloran los gallegos. También se ríen. Y quieren pasarlo bien hasta la muerte y un paso más. Entierros de mucha acción. Entierros tan accidentados como el de Valle Inclán, esperpéntico hasta después de la muerte. Y eso que Valle creía que nunca le había pasado nada, al menos nada que se pudiera destacar. Valle que ya no vivirá estos tiempos en que algunos gallegos en la hora de la muerte sustituirán el credo por un mariachi que cante "Pero sigo siendo el rey".
Libro para ir de copas, ir de grouchos con Carlos Oroza, sin Rouco Varela. Otro libro libre de uno de los escritores que mejor nos han contado este lado del Oeste. Historias del Oeste que contiene también diálogos como aquellos de aquellas películas que también vinieron del oeste:
"Tabernero: A dónde vas?
Rod Cameron: Quién sabe!
Tabernero: Un bonito lugar, lo conozco!
Rod Cameron: Pues yo todavía no, paisano"
Es un diálogo de "La mujer de la frontera". Tan bueno como aquél otro de "El forastero":
"Walter Brennan: De dónde vienes, forastero?
Gary Cooper: De ningún lugar.
Walter Brennan: Y a dónde se dirige?
Gary Cooper: A ningún lugar. Todos los sitios son buenos para pasar de largo"
Nosotros nos hemos quedado en este lugar del oeste, entre libros y amigos, de grouchos y de otros lugares que sabemos que existen. Lo malo es que, ¡ay! En unos días pasaremos de largo.
Me quedo con este manifiesto en forma de poema de Rivas:
"Nos fornos do pan,
con lume de uz,
o levedar a neve"