Javier Rioyo
Pienso en el destierro canario de Unamuno y sólo lo puedo imaginar feliz. Creo que fue a Juan Mari Bandrés al que desterraron a Almería, también tiempos plácidos vivió allí el demócrata vasco. No parece mal destino Santa Elena para otro destierro famoso. Me gustaría haber sido desterrado, aunque todavía no tengo claro cuál sería mi retirado lugar preferido para mi destierro. ¿Todavía hay destierros?
Leyendo la ensoñaciones del paseante solitario, cartas, paseos contados por el desterrado Jean Jacques Rousseau. Estuvo refugiado en la isla de Saint-Pierre, en el lago suizo de Bienne. Perfecto lugar, por lo que nos cuenta, en esos años del siglo XVIII para vivir como un selecto retirado de casi todo. Poca hacienda, pocos libros, pocas preocupaciones, poco trabajo, incluso ningún trabajo, pocas compañías y malas comunicaciones. Una casa grande, agradable, cómoda y solitaria. Un campo de viñedos, bosques, huertos, árboles y orillas que, casi por primera vez en francés, ya llama románticas. Hay pesca, pájaros, algo de caza y naturalmente plantas, flores y hierbas que apasionan al pensador. Abandona todo trabajo, deja de un lado las lecturas y se entrega al gusto por la vida de las flores, de las plantas. Lleno de fervor botánico emprende la tarea de describir las plantas de la isla. Nos da envidia este hombre libre de cargas, nos recuerda a ese otro retirado voluntario del poema de Gil de Biedma, "De vita beata": "….vivir como un noble retirado, entre las ruinas de mi inteligencia".
Ser feliz y desterrado. Y además poder decir eso que dijo Rousseau: "Nunca he creído que la libertad del hombre consista en hacer lo que quiere, sino en no hacer nunca lo que no quiere". Eso quiero.