Javier Rioyo
Otra vez he perdido en los Oscar. Como pierdo en los demás juegos de azar. Pero en los Oscar ha sido una dulce derrota, podía haber sido peor. Podrían haber compartido premios "Avatar" y su supuesta competidora, "En tierra hostil". Y así todos los negocios hubieran quedado contentos. Por un lado el negocio de la pela, el de la industria, para ganar más, y más y más. Y por otro lado, por el negocio de las inversiones patrióticas, las hábiles intenciones de esa falsa película "indie" que resultó ser la muy correcta ganadora de la noche. Conste que me gustó la tensión de la película de Kathryn Bigelow, pero no me creí su ética, ni su limpia guerra sucia, ni el estilo de diseño de pañuelo palestino de boutique, ni el retrato del riesgo, ni el uso de los iraquíes, ni la drogadicción guerrera de los especilistas desactivadotes. En fin, que siendo una película brillante en su narración, no me la creo en todo lo demás.
Con "Avatar" es distinto, es un buen viaje visual, que me cansa después de unos minutos de sorpresas estilísticas. Todas las demás candidatas a mejor película- excepto "The blind side" y "Distric 9" que no he visto, ni pienso correr- me parecen más interesantes, desde la historia y desde el cine. Pero los "Oscar" y los negocios son así.
Perdió la sutil e inteligente "Up in the air". Una de las mejores del año. Perdieron las judiadas de los Cohen, "Un tipo serio", que eran la única comedia en medio de tanto drama y melodrama. Deliciosa película de los adolescentes de los años sesenta en un pueblo de la profunda América/judía de clase media. ¿Y pensar que no se me hizo nada ajena? Me ganó desde el principio y por una de las canciones de mi juventud, "Somebody to love" de Jefferson Airplaine y de la muy hermosa Grace.
Perdió "Up", una grande que trasciende ser de animación. Perdió la mordaz y un poco disparatada "Malditos bastardos" del más gamberro de los "freaks" americanos, Quentin Tarantino . Y perdió, "An Education" ¡ay!, esa delicia inglesa con guión de Nick Horbny y presencia de una de las más encantadoras jóvenes de los últimos años, Carey Mulligan, esa jovencita a los que a muchos no nos importaría poder educar, o algo.
Los de "Precious" y sus premios, o sus derrotas, me importan menos.
Me alegra el premio de Jeff Bridges, me cae muy bien desde "Last picture show". El resto de los premios americanos me es igual. No entiendo que no estuviera el impecable Javier Aguirresarobe con su fotografía de "The Road". Y, desde luego lo que no conseguiré entender es que "Shutter Island", de Scorsese, una obra maestra, no estuviera presente. Y, nada me hubiera molestado que la muy estética e interesante, "Un hombre soltero", hubiera tenido algún premio, alguna.
De las películas no anglosajonas me molesta que no hubiera la posibilidad de premiar, por una vez, dos películas. La inteligente, brillante y eficaz – y felizmente premiada- "El secreto de sus ojos". Y a su lado, para mí por encima desde muchos puntos de vista, la obra maestra del cine del pasado año: "La cinta blanca", esa joya sin concesiones de belleza y dolor, de dureza y ternura, de derrotas y pérdidas que dirigió Michael Haneke.
Otro año que me quedo sin Oscar. No importa, el cine también está entre los derrotados, a veces mucho más que entre los triunfadores. En eso se parece a la literatura. Incluso se parece a muchos de los mejores seres humanos. Seguiré, como desde adolescente, pegado a esta fiesta del cine que tantas veces hace que me parezca que Hollywood tampoco es la mejor residencia para pedir que la realidad se parezca a nuestros deseos.
Además, siempre aciertan con algunos. Por ejemplo, dos que me causaron una alegría que no tenía misterio. Dos de los Oscar honoríficos. El del genio, tan barato, independiente, imaginativo y arriesgado que fue, que es, Roger Corman. Y el premio para aquella mujer que entró en el cine, y en nuestras vidas, pidiendo fuego. Como si hubiera pedido guerra, siempre nos hubiéramos quemado por una chica como Lauren Bacall.