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Perdiendo en los Oscar

Por 8 de marzo de 2010 Sin comentarios

Javier Rioyo

 

Otra vez he perdido en los Oscar. Como pierdo en los demás juegos de azar. Pero en los Oscar ha sido una dulce derrota, podía haber sido peor. Podrían haber compartido premios "Avatar" y su supuesta competidora, "En tierra hostil". Y así todos los negocios hubieran quedado contentos. Por un lado el negocio de la pela, el de la industria, para ganar más, y más y más. Y por otro lado, por el negocio de las inversiones patrióticas, las hábiles intenciones de esa falsa película "indie" que  resultó ser la muy correcta ganadora de la noche. Conste que me gustó la tensión de la película de Kathryn Bigelow, pero no me creí su ética, ni su limpia guerra sucia, ni el estilo de diseño de pañuelo palestino de boutique, ni el retrato del riesgo, ni el uso de los iraquíes, ni la drogadicción guerrera de los especilistas desactivadotes. En fin, que siendo una película brillante en su narración, no me la creo en todo lo demás.

Con "Avatar" es distinto, es un buen viaje visual, que me cansa después de unos minutos de sorpresas estilísticas. Todas las demás candidatas a mejor película- excepto "The blind side" y "Distric 9" que no he visto, ni pienso correr- me parecen más interesantes, desde la historia y desde el cine. Pero los "Oscar" y los negocios son así.

Perdió la sutil e inteligente "Up in the air". Una de las mejores del año. Perdieron las judiadas de los Cohen, "Un tipo serio", que eran la única comedia en medio de tanto drama y melodrama. Deliciosa película de los adolescentes de los años sesenta en un pueblo de la profunda América/judía de clase media. ¿Y pensar que no se me hizo nada ajena? Me ganó desde el principio y por una de las canciones de mi juventud, "Somebody to love" de Jefferson Airplaine y de la muy hermosa Grace.

Perdió "Up", una grande que trasciende ser de animación. Perdió la mordaz y un poco disparatada "Malditos bastardos" del más gamberro de los "freaks" americanos, Quentin Tarantino . Y perdió, "An Education" ¡ay!, esa delicia inglesa con guión de Nick Horbny y presencia de una de las más encantadoras jóvenes de los últimos años, Carey Mulligan, esa jovencita a los que a muchos no nos importaría poder educar, o algo.

Los de "Precious" y sus premios, o sus derrotas, me importan menos.

Me alegra el premio de Jeff Bridges, me cae muy bien desde "Last picture show". El resto de los premios americanos me es igual. No entiendo que no estuviera el impecable Javier Aguirresarobe con su fotografía de "The Road". Y, desde luego lo que no conseguiré entender es que "Shutter Island", de Scorsese, una obra maestra, no estuviera presente. Y, nada me hubiera molestado que la muy estética e interesante, "Un hombre soltero", hubiera tenido algún premio, alguna.

De las películas  no anglosajonas me molesta que no hubiera la posibilidad de premiar, por una vez, dos películas. La inteligente, brillante y eficaz – y felizmente premiada- "El secreto de sus ojos". Y a su lado, para mí por encima desde muchos puntos de vista, la obra maestra del cine del pasado año: "La cinta blanca", esa joya sin concesiones de belleza y dolor, de dureza y ternura, de derrotas y pérdidas que dirigió Michael Haneke.

Otro año que me quedo sin Oscar. No importa, el cine también está entre los derrotados, a veces mucho más que entre los triunfadores. En eso se parece a la literatura. Incluso se parece a muchos de los mejores seres humanos. Seguiré, como desde adolescente, pegado a esta fiesta del cine que tantas veces hace que me parezca que Hollywood tampoco es la mejor residencia para pedir que la realidad se parezca a nuestros deseos.

Además, siempre aciertan con algunos. Por ejemplo, dos que me causaron una alegría que no tenía misterio. Dos de los Oscar honoríficos. El del genio, tan barato, independiente, imaginativo y arriesgado que fue, que es, Roger Corman. Y el premio para aquella mujer que entró en el cine, y en nuestras vidas, pidiendo fuego. Como si hubiera pedido guerra, siempre nos hubiéramos quemado por una chica como Lauren Bacall.

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Javier Rioyo

Javier Rioyo (Madrid, 1952) es licenciado en Ciencias de la Información. Periodista, escritor, director y guionista de cine, radio, televisión y dramáticos. Dirigió y presentó el programa semanal de libros Estravagario en TVE 2, con el que obtuvo el Premio Fomento a la Lectura 2005, concedido por la Federación del Gremio de Editores de España. También ha sido responsable de cultura y libros en el programa diario Hoy por hoy de la cadena SER. Es colaborador habitual de El País (escribe para el suplemento semanal Domingo) y de la revista Cinemanía. En televisión, Rioyo ha presentado el programa "El Faro" del canal Documanía y ha obtenido dos premios Ondas en Radio y uno en Televisión. Ha sido guionista de numerosos festivales de música para Canal+, así como de los premios Goya, y de diversos programas de radio y televisión. También coordinó los guiones para la serie Severo Ochoa. Ha dirigido y participado en cursos de Comunicación y Cultura en diversas universidades españolas. Formó parte del Comité Asesor de Alfaguara y ha sido jurado de festivales de cine y premios literarios en varias ocasiones. Es autor del libro Madrid: casas de lenocinio, holganza y malvivir (Espasa Calpe, Premio 1992 Libros sobre Madrid); y de La vida golfa (Aguilar, 2003). En 2005, con su productora Storm Comunicación, realizó la producción ejecutiva y el guión de Miracolo Spagnolo, un documental para la RAI sobre la llegada de José Luis Rodríguez Zapatero al gobierno y su primer año de legislatura. También dirigió y produjo Alivio de luto, un vídeo documental en el que entrevista a Joaquín Sabina; así como Un Quijote cinematográfico. En 1994 fundó la productora Cero en conducta, con José Luis López-Linares, con la que tuvo a su cargo el guión y la dirección de Alberti para caminantes (2003); y la producción ejecutiva y el guión del largometraje Un instante en la vida ajena (2003), que obtuvo el Premio Goya al mejor documental; así como de Tánger, esa vieja dama (2002). También ha codirigido con José Luis López-Linares el cortometraje Los Orvich: Un oficio del Siglo XX (1997), y los largometrajes Extranjeros de sí mismos (2001), nominado al mejor documental en la XVI edición de los Premios Goya; A propósito de Buñuel (2000); Lorca, así que pasen cien años (1998), nominado a los premios Emmy 1998; y Asaltar los cielos (1996), nominado a los premios Goya al Mejor Montaje, y ganador del Premio Especial Cine, de los Premios Ondas 1997.

En 2011 fue nombrado director del centro del Instituto Cervantes de Nueva York en sustitución de Eduardo Lago.​ Ocupó el cargo hasta septiembre de 2013, cuando fue sustituido por Ignacio Olmos.​ En 2014 fue nombrado responsable del centro del Instituto Cervantes en Lisboa.​ En febrero de 2019 deja el cargo y pasa a dirigir el centro de Tánger de la misma institución.

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