Javier Rioyo
El viajero es historia. Una de las muchas especies en extinción de nuestro mundo que, a pesar de las amenazas de todo tipo y condición, todavía mantiene algunos síntomas de lo que fue en algunos reconocibles sujetos. Uno de esos últimos seres con el espíritu de aquellos viajeros se llama Paco Nadal y, casualidades, es amigo mío.
Nació, justo hace medio siglo, en Murcia .Desde muy pronto dio síntomas de una propensión no controlada por estar en otra parte. Conocer otros paisajes, otros paisanajes. Los síntomas de querer estar fuera de casa, o de llevar encima su casa, se acentuaron con la edad. Nada ha sido capaz de tranquilizar su deseo de moverse, de conocer y, como todo viajero auténtico, de contar aquello que ha visto. Ya no se congrega al grupo entorno a la hoguera, ahora se hace por escrito, en un blog, en la radio o desde la televisión. Paco Nadal es uno de los mejores narradores de lugares dónde nunca estaremos. Incluso, de lugares en los que nunca ya querremos estar después de haberle leído.
Acaba de publicar un espléndido libro de viajes. Un libro de viajero que se mueve como se mueve la gente del lugar. Un libro de correcaminos capaz de intentar reposar allí dónde toda incomodidad tiene su asiento. Paseante por un México que se bifurca por caminos no previstos, entre la sorpresa, el riesgo y el apasionado deseo de conocer. Comienza en una reciente guerra de guerrillas de no muy alta intensidad, pasa por la historia- desde el pasado mítico y mitificado de los pobladores indígenas hasta el largo periodo también demasiado mitificado y desmitificado en que México era una de las joyas del "Imperio Español"- recorre pueblos perdidos, ciudades inabarcables como capital federal, desfiladeros, trenes de insólitos recorridos, minas abandonadas, tribus recicladas, cantinas, cantineras, pueblos perdidos como los perros sin collar. Viajes en autobuses vacíos, caminos de mulas y senderos sin glorias por caminos que no llevan a ningún lugar dónde el turista tenga pensado llegar.
De los ruidos de la ciudad "cool" a la sorpresa ajardinada del lugar dónde el mundo se llama Comala. Desde el peyote a la coca-cola, de las últimas ciudades a los últimos mitos. No hace falta ser Jhon Reed, ni Bruce Chatwin, ni vivir con intensidad los años de la desacreditada revolución villista, hace falta ser un viajero curioso, tener el sentido del humor de Paco Nadal y la necesaria falta de pedantería para no creer que los viajes son intensos buceos en el alma humana, en el corazón de las tinieblas o en el profundo sentir de los pueblos perdidos, dominados, conquistados, rebeldes o insurgentes. Se agradece que tantas cosas- algunas tan cercanas y otras tan desconocidas, se nos cuente con el escepticismo y el humor del que sabe describir los momentos finales de la presencia española en México como "un imperio de todo a cien".
A los viajes les sienta bien el buen humor. Es bueno haber leído a Pla. Y también esa joya de Mark Twain, "Guía para viajeros inocentes". Y si no los han leído, tienen tiempo. Ahora la mejor lectura de viajes posibles o imposibles que pueden hacer es "Pedro Páramo ya no vive aquí". Una entretenida autobiografía de los trabajos y los días de de uno de los últimos viajeros.