Javier Rioyo
Antiacadémico, individualista -"yo soy comunista individualista"- esencial, severo, maniático, leal, agnóstico, español, andaluz universal, desterrado y absolutamente necesario si hablamos de poesía en español. Primer poeta del pasado siglo. Depurado poeta donde se producen todas las revoluciones sin salirse de su exigente, depurado y necesario orden. Juan Ramón Jiménez, siempre reeditado, regularmente leído, muy conocido por, gracias o a pesar de su burro, de ese Platero que le haría famoso. Demasiado para el amante de las inmensas minorías.
Estoy en Nueva York bajando del burro, aunque él no lo necesita, en compañía de muchos que aman a Juan Ramón, sin olvidarnos de Platero, pero queriendo caminar mucho más lejos que Platero.
Hay dos libros, también otros escritos, correspondencias, cartas y poemas sueltos, que señalan la presencia, la importancia y la huella de los días americanos, de esa América del Este que llegó a conocer muy bien, que marcan la vida y la obra de Juan Ramón. Primero, y por delante de todos, ese aire fresco que se inicia en nuestra poesía con Diario de un poeta reciéncasado. Me gusta hacer una sola palabra de esa condición de recién casado. Y así se escribe en una edición que quiero, que guardo desde hace muchos años. El poeta estaba estrenando amor, se casó en una iglesia (¿?) de Nueva York y aquí escribió algunos de sus más hermosos y libres poemas. Comenzó a introducir la libertad, y la prosa, en nuestra poesía. Una buena guía de interiores, de sentimientos, de una ciudad que sigue viva pero que ya poco tiene que ver con aquella de Juan Ramón, alguna esquina, alguna plaza, el mar, el Hudson, el metro y, sobre todo, algún cementerio. Los cementerios americanos, esos parques, plazas abiertas a la luz, el juego, la vida, los horizontes. ¡Qué buenos poemas, qué buenos libros han dado los cementerios! Entre otros ese libro que tanto gustaba a Juan Ramón, que tanto nos gusta a nosotros, Spoon River de Edgar Lee Master.
El otro libro americano, con muchas paradas en Nueva York de J.R.J., es esa claridad de pensamiento, de convicciones, actuaciones y pensamiento del poeta en tiempos de guerra en España. Él no quiere llamarla guerra civil. Dice que es una guerra de Independencia. Una guerra entre leales o desleales a España. Él estaba con los leales, contra los rebeldes, los falsos detentadores de la espiritualidad. Los contrarios a los espirituales fueron aquellos generales tabernarios, africanistas y aquel clero retrógrado que nada tenía de espiritual. Lo espiritual está en el pueblo, él es la fuente de lo espiritual. Lo otro fue la mentira, el secuestro de nuestra patria, de nuestro espíritu. Nunca volvió vivo a España. Ahora sus huesos descansan, en compañía de los de su mujer, en un hermoso lugar del sur donde nació.
Juan Ramón, "humilde entre los serios, orgulloso entre los vanidosos" es una lectura que nos hace mejores. Unas veces más buenos y otras no. Como él dijo en alguno de esos aforismos que me son tan cercanos: "Un día me parece que el ideal de la vida consiste en ser bueno; otro en ser malo". Me gustaría ser así, al menos parecerlo. Yo también, en el fondo bueno, "a veces me hago el malo para que ellos no tengan tanto remordimiento".
Seguiré en Nueva York y con Juan Ramón. Me hace rejuvenecer. O envejecer. "Todos tenemos la misma edad, la del mundo".