Javier Rioyo
La hermosa deteriora Simone Signoret cuando escribió sus memorias las tituló "La nostalgia ya no es la que era", en los paseos romanos, también en los florentinos, no pude evitar tener nostalgia de otras veces, otros años, otros lugares. Hoy pasé por una pensión romana dónde conocí el amor y la risa. Las ciudades, sus calles, sus bares, sus hoteles guardan memoria leve de lo que fuimos. Lo que ya solo seremos si lo recordamos nosotros, si lo recordamos a otros.
La aparición en éste bar abierto de Paco Otero me hace volver a tiempos libertarios. Era una vez un barrio abierto, todavía no era el barrio gay, pero ya era un lugar de muchas libertades. Algunas molestaban a los fachas de entonces. Recuerdo el bar de Emilio Sola, uno de los nuestros, "La Vaquería", cerrado por atentado de los reductos franquistas. Al lado, en la misma calle, en la misma acera de esa calle que se sigue llamando Libertad, estaba- todavía está- uno de nuestros habituales refugios, "Libertad 8". Por allí llegó Paco Otero, libertario, educado, libertino y algo bufón. Era mucho antes de que cantaran Pedro Guerra o Javier Álvarez. Eran noches para cantar con Ángel González y toda una pandilla que supimos bebernos demasiadas noches y algunos días. Cantábamos sin pudor a desentonar. También escuchábamos. Y hasta veíamos amanecer antes de, una noche más, Terele Pávez se pusiera a cantar desafinando y ligera de ropa.
Paco Otero, que ya estaba allí cuando el barrio estaba por inventarse, entre los libertarios, las academias de baile, el restaurante barato del padre de la hermosa María- que se perdió con los Hare Krisnhas-, los pinchos del "Santander" o los encuentros en "El comunista". Por allí siguen algunas bodegas de entonces, algunos garitos de los tiempos del barrio que todavía no sabía que Chueca fuera a se ese reducto de alegres encuentros rosas de hombres y mujeres de todo el mundo.
La vida nos fue cambiando de bares, de barrios, de amigos y de amores. No siempre, no todo es olvido. Me alegro de tropezar con Paco Otero, después de tantas noches de soportarnos, de convivir con esta pandilla noctámbula que se cambió de barrio, que se cambió de bares y que, de vez en cuando, aunque sea inútil, siente nostalgia de aquellos años de un barrio en el que cabíamos casi todos.
Amigo Paco, si hay otro bar, otro lugar en otra "libertad", avisa que se de algunos y algunas de los de entonces que os echamos de menos.