Javier Rioyo
Estoy en Galicia. Me gusta estar en Galicia. En su paisaje y entre su paisanaje. He comenzado la lectura de una novela de Rei Núñez sobre un pintor que me interesa mucho, Urbano Lugrís. Uno de esos olvidados durante casi toda su vida que ahora es rescatado por pintores, poetas y otros recuperadores de los restos de naufragios. En la España franquista muchas propuestas, muchas obras y muchas vidas naufragaron antes de tiempo. Me interesa la novela y me interesa el entorno en el que se desarrolla.
Con mi avidez lectora ojeo otro libro, este un ensayo, de otro escritor gallego. Miguel Anxo Murado. Es una reflexión sobre Galicia, un libro que quiere que después de haberlo leído tengamos una idea menos tópica de Galicia…
Me detengo en un capítulo: "Lengua de pobres y de poetas", como llamaba Cunqueiro al gallego. Si una lengua tiene asegurada esa conquista, la de los pobres y la de los poetas, nunca podrán con ella otras fuerzas, otras lenguas. Lo malo -como señala Murado- es que si las cosas vienen mal se quede "solo" en lengua del pueblo. Eso sucedió en los llamados "siglos oscuros" de la lengua, la abandonaron los poetas. La dejaron sola entre el pueblo, en los pueblos. Y crecieron las ciudades con otra lengua. Las comunicaciones mejoraron y llegó con fuerza la otra lengua frente a la propia.
Menos mal que llegó Rosalía de Castro y devolvió la lengua a los poetas. Hermosa lengua para poetas, para narradores, para el pueblo y para el cantor. Hermosa lengua para todos. Envidia de no poder hablar la lengua de los gallegos, no poder expresar las cosas con esa música.
Celso Emilio Ferreiro, poeta en gallego, poeta de nuestros tiempos "progres", poeta rescatado siempre, escribió: "Lengua proletaria de mi pueblo/ La hablo porque sí/ Porque me gusta/ Porque me da por ahí/ Y porque me da la gana" Una suerte poder hablar una lengua porque te da la gana. Envidia de los bilingües.
Y eso a pesar de que Murado dice que no son bilingües, que en el siglo XX al menos han sido "generaciones diglósicas: han usado una lengua u otra según el contexto, a veces siguiendo una lógica un tanto extraña". La abuela y el padre del autor sólo se hablan castellano cuando hablan por teléfono. Como si el teléfono fuera un artilugio no gallego. Un exponente de lo que llega de fuera.
Hermosa lengua que resistió- como otras- la barbarie de un gallego que no amaba a su patria. En el franquismo llegaron a detener al suave gallego Andrés Do Barro por cantar en gallego sus inocentes baladas.
Feliz vida eterna para ésta lengua de poetas y de pobres.