Javier Rioyo
El domingo pasado en el periódico El País, en mi sección "Fuera de casa", publiqué unos comentarios sobre el muy notable documental, El honor de las injurias del pintor, escritor y cineasta, Carlos García Alix. Un texto a favor de su obra, de su investigación y del nada retórico rescate de una de las figuras más oscuras del anarquismo arrabalero. De uno de los representantes de una suerte de acracia cutre, que si bien se puede entender en un tiempo y en un país, si los miramos desde hoy -incluso con cariño- sus actos, sus componentes, sus intenciones y otras utopías, resultan entre disparatadas, desacertadas, marginales, oscuras y sin salida. Las salidas de la acracia española siempre fueron peores que sus entradas. Su realidad peor que su idea. Sus gentes, tan injuriados, perseguidos y masacrados, tienen toda nuestra mirada sentimental, nuestro cariño por el honor imaginario de un tiempo poco honorable. Tienen los anarquistas españoles nuestro respeto para lo que quisieron ser. Nuestra cercanía intelectual para sus deseos. Nuestras dudas para sus realidades.
Yo hablé de Felipe Sandoval -el anarquista pistolero, el protagonista del documental -sin apriorismos, sin pensar en él heroicamente, ni denigrarlo como un asesino. Sin que el personaje me deje de inquietar, interesar, incluso sin que me caiga mal, no deja de ser el exponente metafórico de una historia negra.
Dice García Alix que mucha parte de la acracia "oficial" está enfadada con mis comentarios. Y también otros lo están con su película. Algunos no quieren escuchar lo que pensamos/escribimos de esa parte de la acracia. Y otros, como no podía ser menos, están dispuestos al debate. Yo, de verdad, con los anarquistas hasta la muerte… pero ni un paso más. Lo que dije de Sandoval, de su vida, sus actos, su acracia y su "malditismo", todo eso y otras cosas más que no tenían allí espacio, lo pensé después de haber visto, con interés, con emoción, sin pasiones, el excelente trabajo de García Alix. Ahora creo que en Madrid se puede ver en el Cuartel del Conde Duque. Si pueden pasen y vean. Y de paso, con uno poco más de tiempo, se acercan a uno de nuestros grandes de la fotografía de la Guerra Civil y de la primera modernidad fotográfica, Agustí Centelles.
Salud y anarquía para todos los que se lo merezcan.