Javier Rioyo
Galas y torturas discursivas aparte. Bromas de presentador- algunas- también aparte, la noche no estuvo nada mal. Se repartió bien la realidad de nuestro cine. Y casi con justicia poética se rescató del olvido una gran película pequeña. "La soledad", el segundo largo de Jaime Rosales, un raro outsider de nuestro cine, una hermosa, dura y doliente película que espero se reponga y puedan verla algunos buscadores de cine y no operaciones comerciales. Mejor ver su cine que seguir su discurso en los premios Goya. El escenario impone, creo que será eso. Muchas veces sorprende como gentes tan interesantes dicen cosas tan prescindibles. Ejemplo: Isabel Coixet. Hay otros pero no me entretengo más en comentar lo obvio.
Rosales está dentro de esos raros cineastas españoles que funcionan un tanto lateralmente. Periféricos del cine comercial que terminan por ser los más interesantes y exportables de nuestro cine. No es fácil ver una película española fuera, ni ver una buena película española dentro. Lo que merece la pena, desde el lado del amor al cine, dura poco y está en pocas salas. Así es. El cine es una cosa para buscar en "DVD" y ver en casa. Todavía existen coletazos de eso del cine en salas fuera de nuestro salón, pero está en franca decadencia. Algunos resistiremos.
Otras alegrías en los premios Goya. Al fin Maribel Verdú, otra vez se demuestra que de vez en cuando se hace justicia, se acierta. Gran actriz que ha sabido moverse en todos los papeles y con toda clase de cineastas. Ahora está a punto de Coppola. ¡Que vuelva!
Los premios a los actores Alberto Sanjuán y José Manuel Cervino. Dos actores, dos generaciones, dos maneras comprometidas de estar en el mundo y en el cine. Dos premios que poco, nada, gustarán a la carcundia beata. Ni a los hipócritas de doble moral. Me alegro.
Landa bien, muy bien, excelente. No me gusta pensar que cumpla su palabra y se retire de ésta profesión. Un oficio que se dignifica con actores como él. Capaz de haber supervivido a tantas mañas artes de nuestro peor cine. Que siga.
Y como petición, incluyendo la parte que me toca, que los premios documentales, de cortometraje y otros se den fuera de la Gala. O en una gala especial para intensos y pesados. ¿Para qué continuar dando en la Gala tantos premios a tanta gente? ¿Tenemos que seguir soportando esas soserías, o esos discursitos pedantes, familiares, pretenciosos y demás recuerdos a los seres queridos que se empeñan en mantener algunos de los que recogen el premio. ¿De verdad hay que afirmar en público el cariño a tu familia y tu equipo? ¡No lo dudamos! Por favor, ¿nos podrían ahorrar los lugares comunes?
La última y me callo. No tiene sentido no atreverse con la Gala de los Goya en tiempo real. No tiene gracia saber por otros medios media hora ante el resultado…O hay un poco de intriga o no hay nada. No vivimos en una ciudad que sepa mantener secretos. O volvemos a la Gala en directo o cada año se escaparán más de la pesadez habitual de esa fiesta.