Javier Rioyo
MUERTOS VIVOS
Hace ya casi treinta años una mañana en una radio, en aquella Radio-3, maté a un poeta vivo. Se llamaba Paco Pino, era uno de nuestros modernos más clásicos. Un poeta de búsquedas y capturas, de juegos serios, de poemas visuales, de atrevimientos cultos y rupturas sin romper nada. Le di por muerto cuando estaba bien vivo en su Valladolid natal, en la misma tienda de elegantes paños que la familia tenía en la Plaza Mayor. Me llamó, le pedí disculpas, le resucité y nunca llegué a conocerlo en persona. Siguió haciendo versos, poemas, madrigales…recortando palabras y viviendo. Hasta veinte años después que escribió su fin como un madrigal dedicado a Esperanza
"…Y un día acabaré donde tú sabes
( y no, ¿más quién lo sabe?
ni sabes de su cómo, de su qué
y yo donde sin donde,
sumido en esa fiesta de increceres
desollado de ti)
….y
seguirás corrigiendo los
exçamenes de tus alumnos niños
en tanto un volar de hormigas
voladoras
suena en tu habitación,
y un pero se mueve
…y yo ya no estaré
¡te moriré! ¿me vivirás?
El martes pasado, cuatro de Mayo, en otra radio, el mis mañanas en la SER, di por vivo a otro de mis más queridos poetas: José Viñals. Acaba de leer con una cómplice felicidad ese libro último suyo: Pan. Disfrutando otra vez de este poeta que conoce el campo, el cuerpo de la mujer, el pan, la sal, algunas músicas y algunos poetas que también compartimos, esos queridos raros que andan sueltos por algunos libros. Pues Viñals se había muerto. No ayer. Se murió en una tarde de siesta y sur, cerca de los suyos, al lado de esa tan suya. Y nosotros, otra vez sin enterarnos. No debemos fiarnos de lo que no dicen los periódicos. A la mierda los periódicos que no pongan bien destacadas las muertes de los poetas. Y también los nacimientos. Viñals, ese español del sur, ese catalán de Córdoba en Argentina, es otro de los que siguen vivos y misteriosos como la levadura. Vayan a sus poemas. Que se nos van las pascuas.
"Perfúmame, muchachita. Tu falda es una ronda de la lavanda, una luz malva, una canción de Schubert. Mi amiga Alexandra Domínguez es como tú pero más densa.
Cuando la suerte me haya perfumado te besaré en la boca. Te besaré en los ojos, te besaré el ombligo. Acabo de ver una luciérnaga, trasunto del verano. Te besaré en el pubis, si acaso te besara"