Javier Rioyo
Me he pasado la semana entre pucheros. Entre presentaciones de libros, encuentros de amigos, conocidos, saludados y otras maneras de tener que sentarte en una mesa para hablar con un guión más o menos previsto. Hay encuentros que resultan placenteros por la compañía, por el libro por la comida. Otros son un trámite y algunos un castigo.
Hoy me desquito comiendo entre amigos. Sin guión, sin temas y pagando. Eso de vez en cuando nos viene bien. Comeré con un amigo de uno de esos escritores olvidados, o esquinados, que uno considera imprescindibles. Uno de los más flacos de la literatura en nuestro idioma, se llamó Julio Ramón Ribeyro. Aquí está muy bien publicado en Tusquets. El amigo de Ribeyro se llama Alfredo Bryce Echenique, otro que uno estima como escritor, que uno quiere como persona. Nos unen algunas cosas, algunas aficiones y algunos desafectos, pero siempre coincidimos en recordar con alegría los dichos y los escritos de Ribeyro. Alguno geniales están en una antología que se llamó Prosas apátridas. Yo hoy me encuentro con unos dichos que llamó de Luder, ese personaje que se inventó el flaco Ribeyro. Brindaremos en su honor, no fumaremos- nos estamos quitando- y, claro beberemos algo más que agua. Y comeremos algo más que el humo de algunos cigarros.
Dos o tres dichos de Luder:
"Soy como un jugador de tercera división -se queja Luder. Mis mejores goles los metí en una cancha polvorienta de los suburbios, ante cuatro hinchas borrachos que no se acuerdan de nada"
Una biografía que reconocemos.
"¿Qué opinas de la vanguardia?- Le preguntan a Luder.
-¿La vanguardia? No tengo nada que ver con el arte de la guerra"
Pienso ver la exposición del Museo Thyssen
"Estoy preocupado- dice Luder- He leído que nuestro nuevo Presidente no fuma, ni bebe, ni juega, ni enamora.
-¿Y qué?
– Me espantaría ser gobernado por un hombre que haya ganado un premio de virtud"
¿Quién será peor, Boris Yeltsin o los gemelos polacos?… De Franco y los nuestros posteriores tengo más clara las preferencias.