Javier Rioyo
No tengo apenas tiempo, pero volveré más tranquilo a lo que aquí quiero dejar apuntado, una realidad recordada por un inteligente libro de un peculiar ensayista sobre estética y alrededores de nuestro tiempo. Un vez más el olfato de esta editorial es una prueba de mantenerse despierto. Hablo de Anagrama y un libro llamado Homo Sampler. Tiempo y consumo en la Era Afterpop, de Eloy Fernández Porta. Me interesa y prometo una parada menos nerviosa que este comentario. Siempre estoy viajando, tengo que recordar Alicia en el país de las maravillas. No sé si cambiaré por las lecturas, tampoco sé si quiero hacerlo. Pero no quiero desviarme más. Voy al tema, el gusto por algunas cosas de "mal gusto". De gusto popular, incluso de gusto kitsch, aunque eso me interesaba más en tiempos de Dorfles.
Pero si lo llevamos a la música si me encuentro muy identificado con algo que Porta define como un juego, una manera de que te gusten ciertas cosas, digamos ciertas músicas, que son descaradamente poco importantes, banales, populares o anodinas. Muchas de esas canciones "tontas" forman parte de nuestra vida. Nos sorprendemos cuando somos capaces de cantarlas, incluso de disfrutar de ellas. Es el triunfo del "karaoke" global.
Se habla del grupo Pulp, que utiliza el kitsch, pero sin enfangarse, y como dice Porta: "lo usan como recurso para transmitir la terrible verdad que late en el fondo de las canciones de mal gusto".
Canciones de mal gusto. ¡Ahí están algunas de las canciones que más veces hemos repetido, tarareado y cantado en nuestras vidas!
Seguiré con esas músicas. Con el querido mal gusto.