Javier Rioyo
Dentro de unos días estaré paseando por esos lugares que tanto gustaron a Jaime Gil de Biedma. Paisajes de horizontes, de soledad en la llanura, amables algunas veces cuando aparece esa ribera de los alisos o cuando, desde un altillo, se divisa el mar de pinares. Tierras pobres de Castilla. Lugar en que tantas veces vivió el poeta. Unas veces para cuidar su juvenil convalecencia tuberculosa y, tantas veces, por el placer de pasear sus parajes abiertos. O para gozar de su "palacete" rural.
Por allí volveré con sus poemas, el verdadero argumento de la obra, y con ese otro tan sincero e íntimo argumento, su correspondencia. En sus cartas asistimos, como en los heterónimos de Pessoa, a esa "escena viva por la que pasan varios actores representando varias piezas". El, con sus muchas voces, distintas y la misma, es el verdadero argumento de la obra. Culto, cercano, irónico, feliz a veces, inseguro tantas veces. Acompañado y solitario como tantas veces. Cartas a maestros-Jorge Guillén, María Zambrano – , cartas a los amigos Carlos Barral, Gabriel Ferrater, Ángel González, Caballero Bonald, cartas a los jóvenes Benítez Reyes, García Montero. Y cartas, muchas cartas, al fascinante "coronel", al maestro, amigo, cómplice y complejo Gustavo Durán. Cartas a Gustavo, el soldado de porcelana, dónde la sinceridad vital, dónde la confesión erótica y la vida personal se hacen más evidentes, mas desnudas que con ningún otro. Tendremos que hablar más de Gustavo Durán, se acaba de publicar un libro sobre su compleja y apasionada vida, pero hoy el "argumento" es Jaime Gil de Biedma y sus cartas privadas. Gracias a la editorial Lumen.
Así se cuenta, así escribe a Gustavo Durán en 1967:
"…Hay algo en estos primeros años de la edad madura que los emparenta con los años de la adolescencia: uno vive bajo el signo de la soledad erótica, ame a quién ame y esté con quién esté; sólo que ahora esa soledad ha quedado casi por completo desnuda de ilusiones sentimentales, o quizá lo que ocurre es que éstas se han corrompido y se han convertido en fetiches de ellas mismas, en imágenes. Estoy tan lleno de obsesiones eróticas que temo acabar volviéndome un puritano, porque hay momentos en que mi sexualidad me inspira verdadero terror, es como si de repente sospechase que estoy poseído por una fuerza impersonal que no tiene nada que ver conmigo ni con mi vida
- – Afrodita Despótica, Eros Anarquista, la Subversión de la Carne"
En fin, comienza la semana de pasión.