Javier Rioyo
Me gustan los cementerios. Me gustan en la realidad y en la ficción. La literatura, sobre todo la poesía, que se ha dedicado a esos espacios dónde aparentemente descansan los nuestros ha dado grandes poemarios. También hermosas páginas de literatura gótica, de narraciones del miedo, de cuentos de terror. Pero hoy quería hablar del libro que prefiero a la hora de pensar en un cementerio. No me olvido del “Cementerio marino” de Paul Valery. Ni del más cercano, por evocaciones diversas, “Cementerio civil” de Gerardo Diego. Aunque cuando llegan éstos días de visitas a los cementerios- nunca los visito, pero me gusta esa reunión de gentes que veo en los cementerios, entre las tumbas, en días como éstos- el libro que vuelvo a leer es la “Antología de Spoon River”, de Edgar Lee Masters. Uno de los mayores libros de la poesía americana. un poemario que renovó la poesía americana, que dejó su influencia en poetas que llegaron avanzando el siglo veinte y no solo americanos. el abogado lee masters, el joven que quería escribir, el gran poeta, el escritor de estas vida de un cementerio de un pueblo que nunca existió, creó un espacio universal, dio vida eterna a esa comunidad de seres corrientes de la america profunda, que son seres parecidos a los de cualquier comunidad en cualquier parte del mundo.
Contar la verdadera vida de un pueblo en un poema, en versos libres que nos hablan desde sus lápidas. Unas lápidas que ya no dicen mentiras de sus habitantes. Unas crónicas verdaderas de vidas fracasadas, felices, humilladas, arrepentidas, sinceras, mentirosas. Vidas de una comunidad que, como tantas, estaba llena de secretos y mentiras. La verdad literaria. La verdad en las lápidas de su colina. Una de esas colinas de algún pueblo de las grandes praderas. Estos poemas lapidarios me acompañaran siempre. Como siempre me acompañó, me sigue acompañando, ese largo poema, esas coplas que Jorge Manrique escribió para la muerte de su padre.
Así empieza la antologóa de Spoon River, el primer poema dedicado al cementerio, a la colina:
“¿Dónde están Elmer, Herman, Bert, Tom y Charley,
el débil de voluntad, el de fuerte brazo, el payaso, el borracho de las peleas?
todos están durmiendo en la colina.
uno murió de fiebre,
otro se quemó en una mina,
a otro le mataron en una riña,
otro murió en la cárcel,
otro cayó de un puente donde trabajaba para mantener a su mujer y sus hijos…
todos, todos duermen, todos están durmiendo en la colina…”