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Blogs de autor

Cantar como en las trincheras

Por 17 de julio de 2008 Sin comentarios

Javier Rioyo

No me gustaba el sitio. No me gustan los guardias de seguridad. Pululando nerviosos,  buscando al gran culpable que hiciera una foto al ídolo. Y hablando detrás de nuestros cogotes. No me gustaban otras cosas pero estaba entregado a uno de los cantantes que más conmociones verbales y emocionales ha provocado en mis muchos años de escuchar cantamañanas y cantanoches. No soy crítico. Ni soy lírico. Me gustan algunas cosas suaves y otras cosas que raspan. De las que raspan, la voz de Tom Waits es de mis preferidas. Con él, en directo, me trasporté más fácilmente a mundos con cuentos crueles, con finales inciertos y con salidas que llegan a dudosos destinos. Hice carreteras que nunca conocí, navegué por ríos arriesgados y reposé en chimeneas de casas en las que nunca estuve. Fueron dos horas fascinantes, aunque hubiera algunos desajustes según comentan los críticos. Sentí que en la mayoría de las canciones estaba Waits con toda su carga de pasiones, pecados, viajes y diversiones que llegan con el circo itinerante. Llega como los cómicos llegaban a los pueblos perdidos, como el extranjero que entra por la carretera solitaria, como el mendigo que cuenta historias como el vendedor de pócimas en un pueblo de la fiebre del oro.
 
Y algunas veces, como él les dijo a sus músicos, tocaba, cantaba como si su "pelo  estuviera en llamas". Cantaba desde dentro, desde una cueva que muy pocos conocen y que ninguno explora como él.
 
Hermoso como el silencio en el último disco de Marcel Marceau. Genial impostura de un tipo que ya no rompe ventanas, ni se queda con el balón del vecino, ni fuma canutos, ni bebe hasta el amanecer. Un tipo que, incluso, ya ni detesta a los perros, ni a los niños. Un tipo que se traiciona tanto no puede ser tan malo. Tiene que ser uno de los nuestros aunque sea en los viejos, rescatados vinilos. Este verano me pienso dar un atracón de Tom Waits. Seguro que es tan peligroso como algunos mariscos. Pero no hay quién me retire del placer de ese ruido que me recuerda la música que nunca dejará de alegrar a los pueblos perdidos, y sin collar.
 
Después del concierto llegó el desconcierto, pero eso es otro tema. 

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Javier Rioyo

Javier Rioyo (Madrid, 1952) es licenciado en Ciencias de la Información. Periodista, escritor, director y guionista de cine, radio, televisión y dramáticos. Dirigió y presentó el programa semanal de libros Estravagario en TVE 2, con el que obtuvo el Premio Fomento a la Lectura 2005, concedido por la Federación del Gremio de Editores de España. También ha sido responsable de cultura y libros en el programa diario Hoy por hoy de la cadena SER. Es colaborador habitual de El País (escribe para el suplemento semanal Domingo) y de la revista Cinemanía. En televisión, Rioyo ha presentado el programa "El Faro" del canal Documanía y ha obtenido dos premios Ondas en Radio y uno en Televisión. Ha sido guionista de numerosos festivales de música para Canal+, así como de los premios Goya, y de diversos programas de radio y televisión. También coordinó los guiones para la serie Severo Ochoa. Ha dirigido y participado en cursos de Comunicación y Cultura en diversas universidades españolas. Formó parte del Comité Asesor de Alfaguara y ha sido jurado de festivales de cine y premios literarios en varias ocasiones. Es autor del libro Madrid: casas de lenocinio, holganza y malvivir (Espasa Calpe, Premio 1992 Libros sobre Madrid); y de La vida golfa (Aguilar, 2003). En 2005, con su productora Storm Comunicación, realizó la producción ejecutiva y el guión de Miracolo Spagnolo, un documental para la RAI sobre la llegada de José Luis Rodríguez Zapatero al gobierno y su primer año de legislatura. También dirigió y produjo Alivio de luto, un vídeo documental en el que entrevista a Joaquín Sabina; así como Un Quijote cinematográfico. En 1994 fundó la productora Cero en conducta, con José Luis López-Linares, con la que tuvo a su cargo el guión y la dirección de Alberti para caminantes (2003); y la producción ejecutiva y el guión del largometraje Un instante en la vida ajena (2003), que obtuvo el Premio Goya al mejor documental; así como de Tánger, esa vieja dama (2002). También ha codirigido con José Luis López-Linares el cortometraje Los Orvich: Un oficio del Siglo XX (1997), y los largometrajes Extranjeros de sí mismos (2001), nominado al mejor documental en la XVI edición de los Premios Goya; A propósito de Buñuel (2000); Lorca, así que pasen cien años (1998), nominado a los premios Emmy 1998; y Asaltar los cielos (1996), nominado a los premios Goya al Mejor Montaje, y ganador del Premio Especial Cine, de los Premios Ondas 1997.

En 2011 fue nombrado director del centro del Instituto Cervantes de Nueva York en sustitución de Eduardo Lago.​ Ocupó el cargo hasta septiembre de 2013, cuando fue sustituido por Ignacio Olmos.​ En 2014 fue nombrado responsable del centro del Instituto Cervantes en Lisboa.​ En febrero de 2019 deja el cargo y pasa a dirigir el centro de Tánger de la misma institución.

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