Javier Rioyo
El interés por el escritor, y por la personalidad, de César González Ruano se despertó en el también escritor- y poeta- José Carlos LLop en un viaje en ten a una ciudad andaluza. Los trenes eran más lentos, permitían terminar una novela en un trayecto Madrid-Granada. Lo que el lector LLop leía no era una novela, eran las memorias de uno de los más agudos estilistas de la escritura en la prensa, las memorias- llenas de sus fantasías de hombre de mundo- del escritor, y también poeta, César González Ruano. Un apasionante libro/ensayo narrativo sobre CGR que yo también he leído en una viaje en tren al sur. A pesar de la rapidez del AVE casi pude terminar sus apasionantes ciento cincuenta páginas en el trayecto hasta Sevilla. El resto lo leí en el hotel al caer una calurosa de noche de Noviembre sevillano. Otra vez tuve la impresión de estar acercándome a la vida de un ser lleno de defectos. Un tipo arrogante, mentiroso, traidor, falsificador, tramposo, cínico, farsante y toda una serie de defectos que irían construyendo una vida, sin duda, llena de complejidades, de sombras, de miserias morales y otras cualidades que hacen de CGR un ser realmente apasionante. Un mal tipo y un gran escritor. ¿Alguien dijo que para escribir bien haga falta ser buen tipo? ¿O buena persona? No hace falta nada más que estilo, y tener algo que contar. Incluso poco que contar y gran estilo. Eso lo tenía el farsante ser humano que fue CGR. Hizo Llop con su libro algo que no nos viene mal, crearnos el deseo de volver a leer a ese vanidoso que supo escribir con tanto interés. Estoy deseando volver a casa para abrir, otra vez, las memorias de un tipo al que no me hubiera importado conocer. Me gustan los malos. Al menos para algunos momentos. Me gustan inteligentes y no me importa su amoralidad. Estamos hablando de literatura. No de amistad. Gracias otra vez a Llop, por un César que merece la pena leer. Y por otros de su isla que también un día me supo hacer revisitar. Los hermanos Vilallonga. Y también gracias por algunos poemas de su libro “La avenida de la luz”. De ese libro un pequeño poema escrito entre oriente y occidente: “In the mood for love: L’amor mai no canvia, Pero el temps sí: Stendhal plorava a l’òpera. Jo ho faig al cinema.”