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Banderas lejanas

Por 1 de julio de 2008 Sin comentarios

Javier Rioyo

/upload/fotos/blogs_entradas/bandera_espaola_med.jpgTengo un problema con las banderas. O para ser más exacto: tengo un problema con la bandera española, monárquica y constitucional. Ya no me disgusta, pero no termina de gustarme. Es como si fuera la bandera de los otros, de esos otros con los que tengo que convivir, con los que convivo, pero no es un símbolo con capacidad de emocionarme. Como dicen los argentinos: "me la banco". La trago pero no la quiero.

Pertenezco a una generación, si hablo de la gente que considero cercana, de mis semejantes, mis hermanos en historia y problemas, que nos pusieron difícil creer en la bandera llamada nacional o española. Son los mismos colores de la bandera que el franquismo usó hasta la saciedad. Y aunque se cambió su "águila", el "gallo", por el escudo consensuado, hay algo en su uso, en sus colores, en su tamaño en plazas y lugares públicos que me recuerda a las imposiciones del pasado. Y así nos dejaron sin banderas. Nos quitaron esa capacidad de muchos humanos de "sentir unos colores", "amar un símbolo" o al menos respetarlo. Y así estamos sin bandera, sin himno, sin símbolos que nos unan, que nos hagan sentirnos cercanos a la inmensa mayoría. Creo que somos una minoría en extinción. No me importa. No pienso hacer ninguna guerra por las banderas, por ninguna. Pero me gustaría que nos pudiéramos tomar unas vacaciones de masas abanderadas. Y no soporto, ya no las que llevan "aguilucho"-que las detesto- sino esas otras que pretenden españolizar con la silueta de un toro. El toro me gusta en la plaza y frente a un hombre valiente y profundo como deben ser lo toreros. También me gusta una parte del toro en un guiso, pero esa es otra españolada y no para éstos calores.

Contento, feliz, con el juego de la selección, con el grupo de jóvenes y millonarios que durante unas semanas nos han dado una lección de disfrutar y hacernos disfrutar con un juego más emocionante que una bandera.

Y españoles somos todos. Vamos todos los que queramos serlo. Aunque no envolvamos nuestro sentir patria o matria en esas banderas.

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Javier Rioyo

Javier Rioyo (Madrid, 1952) es licenciado en Ciencias de la Información. Periodista, escritor, director y guionista de cine, radio, televisión y dramáticos. Dirigió y presentó el programa semanal de libros Estravagario en TVE 2, con el que obtuvo el Premio Fomento a la Lectura 2005, concedido por la Federación del Gremio de Editores de España. También ha sido responsable de cultura y libros en el programa diario Hoy por hoy de la cadena SER. Es colaborador habitual de El País (escribe para el suplemento semanal Domingo) y de la revista Cinemanía. En televisión, Rioyo ha presentado el programa "El Faro" del canal Documanía y ha obtenido dos premios Ondas en Radio y uno en Televisión. Ha sido guionista de numerosos festivales de música para Canal+, así como de los premios Goya, y de diversos programas de radio y televisión. También coordinó los guiones para la serie Severo Ochoa. Ha dirigido y participado en cursos de Comunicación y Cultura en diversas universidades españolas. Formó parte del Comité Asesor de Alfaguara y ha sido jurado de festivales de cine y premios literarios en varias ocasiones. Es autor del libro Madrid: casas de lenocinio, holganza y malvivir (Espasa Calpe, Premio 1992 Libros sobre Madrid); y de La vida golfa (Aguilar, 2003). En 2005, con su productora Storm Comunicación, realizó la producción ejecutiva y el guión de Miracolo Spagnolo, un documental para la RAI sobre la llegada de José Luis Rodríguez Zapatero al gobierno y su primer año de legislatura. También dirigió y produjo Alivio de luto, un vídeo documental en el que entrevista a Joaquín Sabina; así como Un Quijote cinematográfico. En 1994 fundó la productora Cero en conducta, con José Luis López-Linares, con la que tuvo a su cargo el guión y la dirección de Alberti para caminantes (2003); y la producción ejecutiva y el guión del largometraje Un instante en la vida ajena (2003), que obtuvo el Premio Goya al mejor documental; así como de Tánger, esa vieja dama (2002). También ha codirigido con José Luis López-Linares el cortometraje Los Orvich: Un oficio del Siglo XX (1997), y los largometrajes Extranjeros de sí mismos (2001), nominado al mejor documental en la XVI edición de los Premios Goya; A propósito de Buñuel (2000); Lorca, así que pasen cien años (1998), nominado a los premios Emmy 1998; y Asaltar los cielos (1996), nominado a los premios Goya al Mejor Montaje, y ganador del Premio Especial Cine, de los Premios Ondas 1997.

En 2011 fue nombrado director del centro del Instituto Cervantes de Nueva York en sustitución de Eduardo Lago.​ Ocupó el cargo hasta septiembre de 2013, cuando fue sustituido por Ignacio Olmos.​ En 2014 fue nombrado responsable del centro del Instituto Cervantes en Lisboa.​ En febrero de 2019 deja el cargo y pasa a dirigir el centro de Tánger de la misma institución.

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