Javier Rioyo
Es pequeña, flaca, asocial, tatuada, agresiva y con un pasado lleno de oscuridades, psiquiátricos, casas de acogida y malos informes. Bisexual, escurridiza, poco habladora y con unos cuántos piercing repartidos por su diminuto cuerpo. Cero en conducta en sus colegios, sin terminar sus estudios, sin formación cultural y, por supuesto, no sabe comer, ni vestir. Los que la conocen, muy pocos, están convencidos de su rara inteligencia, de su capacidad investigadora, de sus habilidades para hacer toda clase de juegos, trampas y averiguaciones por al red. Tiene un pasado oscuro, un presente extravagante y no parece tener ningún futuro.
Eso es lo que parece, lo que sabemos de ella. También está el otro lado, el misterioso, el fascinante y peligroso que la hace ser inquietante y extrañamente deseable. Tiene un erotismo, un poder de atracción y eso que llamamos "morbo" que me hace pensar que es una de las razones fundamentales para que millones de personas de todo el mundo estén enganchadas a su historia. Nos quedamos atrapados ya en aquél primer encuentro, cuando nos encontramos entre los seducidos por esa historia llena de intrigas, misterios, abusos, amores, dinero, periodismo, negocio y miserias del mundo más desarrollado. Aquél descubrimiento llamado "Los hombres que no amaban a las mujeres".
Ahora, con más peligros, más personajes turbios, más violencia y más corruptos, ella, nuestra querida Lisbeth Salander, se muestra como uno de esos personajes no heroicos, uno de esos antihéroes, que tanto queremos en la ficción. En la realidad sería altamente insoportable alguien que se pareciera a la protagonista de "La chica que soñaba con una cerilla y un bidón de gasolina". Hemos terminado la lectura de éste segundo tomo atrapado entre sus páginas, ávido de culebrones, enganchados a sus turbias aventuras. Nos hemos reconocido en nuestro lado de lectores de best seller. ¿Y qué? Lo somos, al menos lo somos de esta saga que un día se le ocurrió a ese desconocido, hoy famoso póstumo, llamado Stieg Larsson.
Lo peor es tener que esperar unos meses para seguir enganchados con la inquietante Salander. Me relajaré, felizmente hay otros libros, miles, incluso mucho mejores…pero menos adictivos. ¿Cuál es el secreto?