Javier Rioyo
“Si mis amigos no son una legión de ángeles clandestinos, qué será de mí”, un poema de Raúl Gómez Jattin que también sirve al autor del libro de miradas, voces, recuerdos, en fin una mirada oral para recordar al poeta tan loco, tan excesivo y tan lleno de gracias como fue Gómez Jattin. El libro lo firma un español apasionado de Colombia, un curioso diplomático, uno más, que es un apasionado de la poesía. Y de la vida. Se llama José Antonio de Ory, lo cuál ya nos da muchas pistas de por dónde van sus gustos literarios. Un sobrino de Ory, tiene que ser poéticamente interesante y humanamente también. Otro día hablaremos de Ory. Y otro día de Panero, mejor dicho, de los Panero. Del padre, del que encontré una hermosa y perdida edición en Bogotá. De los hijos. Y, por supuesto, del espíritu non santo del hijo más loco, del querido, vivo, lúcido y complejo Leopoldo María Panero… Pero hoy, así lo comprometimos, le toca al excesivo, recordado y recuperado Raúl Gómez Jattin.
Primero un poema autobiográfico, Íntimas preguntas, todos lo son: “¿De profesión? Loco. ¿De vocación? Lerdo. ¿De ambición? Terco. ¿De formación? Ángel. Y ni aún así pudo contrarrestar el cabrilleo de los ojos de Jorge.
¿De fornicación? Lento”
No estaba tan loco. Ni era tan angelical. Era de un pueblo, hijo del siglo xx y colombiano. Hubiera querido ser griego, presocrático, poeta, aristocrático y amante de jóvenes. Era, fue, marihuanero, drogota, bebedor, homosexual, bisexual y amante de quién pudo. Su vida terminó, después de muchos ingresos, de muchas caídas y abandonos, en una carretera bajo las ruedas de un bus. No se sabe si toreando a los coches como el torero que borracho de peligro se acerca a los pitones. El caso es que murió en la calle este poeta tan loco, tan callejero, tan feo y tan hermoso. Navegó como en un ebrio navío. Se quedó solo, como los hijos de la mar. Solo como no se merecen algunos hombres. Le gustaron las canciones, la compañía de Serrat. Le gustaron otros poetas, casi siempre los iluminados, malditos, locos y algunos tranquilos machadianos para confundirnos. O para dejarnos consumidos en la pura contradicción que tantas veces es la vida, que es la poesía.
Poeta erótico, atrevido, imaginativo -él y otros locos, conocen muy bien a esa “loca de la casa”- que entre nosotros se puede encontrar en una edición de Pre-Textos. Yo agradezco mucho al Ory de aquellas orillas su acercamiento a este poeta que también amó a otro suicida, a uno que siempre recordamos cuando llega Agosto, y muchas veces sin que haya llegado, Cesare Pavese.
“A Cesare Pavese lo han calumniado. /Él no ha muerto/ Vive en un a pequeña casa/ en la mitad de mi corazón/ alegre y hermoso/ festejando un perpetuo Agosto/ con un amante juvenil y tierno”
Hoy Gómez Jattín, mañana, Panero o esos no candidatos al Premio Cervantes. “Más allá de este verso que me mata en secreto/ está la vejez -la muerte- el tiempo inacabable/ cuando los dos recuerdos: el de mi madre y el mío/ sean sólo un recuerdo solo: este verso.”