Javier Fernández de Castro
A Andrzej Stasiuk no le gusta nada que le hayan colgado la etiqueta de ser “el escritor de referencia de la generación postcomunista”. Sin embargo, y por más que le pese, pertenece a dicha generación y además es el autor polaco actual más leído, traducido y premiado. En cambio es comprensible que se niegue a ser una referencia para nadie.
Stasiuk nació en 1960 y la caída del Muro de Berlín (1989) le pilló en una posición privilegiada. Había cumplido año y medio de prisión por desertar del ejército, y el clima de euforia y esperanza que se vivía tras la liquidación del comunismo le animó a utilizar sus experiencias carcelarias en un volumen de duros y descarnados relatos titulado Las murallas de Hebrón (1992). El reconocimiento fue general e inmediato. Pero las prolongadas celebraciones de dicho reconocimiento y la participación en las algaradas propias de todo periodo constituyente le aportaron una valiosa convicción: a la larga, a ciudad amenazaba con empujarle hacia una completa inacción (según sus propias palabras a fuerza de sexo, drogas y rock’n’roll), razón por la cual abandonó Varsovia y emprendió un prolongado periodo de vagabundeo entreverado de breves periodos de quietud que aprovechó para ir escribiendo novelas como El mundo detrás de Dukla (Acantilado, 2003) o Nueve (Acantilado, 2004), que él mismo considera lo más logrado de su ya abundante producción. Además escribe teatro y, solo por dinero, guiones de cine.
Actualmente vive en Wołowiec, donde su afición por la vida en el campo (ha llegado a gestionar una granja de llamas) se ha traducido en un ambicioso plan de reforestación y cultivos ecológicos. Para su desgracia, ese apego a la tierra le impide ejercer una de sus grandes aficiones: vagabundear por un extenso territorio que se extiende en la confluencia de Rumanía, Ucrania, Polonia, Eslovaquia y Hungría (no hay que hacer demasiado caso de las fronteras actuales porque hay regiones enteras que han cambiado de nacionalidad varias veces y otras incluso han desparecido o cambiado de nombre). El propio Stasiuk, que no es muy aficionado a los eufemismos, denomina a ese impreciso lugar "el culo de Europa". Recogió sus primeras impresiones en De camino a Babadag, un periplo realizado muchas veces a pie y que le llevó de Polonia a Hungría y de Rumanía a Eslovenia.
En Taksim insiste en deambular por esa misma tierra de nadie, aunque en esta ocasión el narrador es dueño de una viejísima furgoneta Fiat Ducato con la que recorre los caminos y atraviesa fronteras en compañía de su misterioso socio Wladek, un hombre que parece ser amigo de todo el mundo, que se cuela en los lugares más inverosímiles y que mete al narrador en toda clase de situaciones imposibles, todo ello en nombre de un negocio increíblemente provechoso que, esta vez sí, ya lo verás, te lo juro, no puede fallar. El comercio habitual de ambos son unas prendas de ropa usada que ya no quieren ni siquiera en los mercadillos de las grandes ciudades europeas, aunque si se tercia trafican con toda clase de artículos al límite de la extinción y procedentes cada vez con mayor frecuencia de China.
La belleza de unos paisajes muchas veces vírgenes, el exotismo de las poblaciones, la forma de vida de sus habitantes y sus costumbres, o las reflexiones de tipo filosófico y moral que provocan los hechos relatados bastarían para dar un gran interés a esta novela que además, o casi podría decirse que antes que nada, destaca por una fantástica técnica narrativa. Junto a largas precisiones geográficas y minuciosas descripciones de paisajes y circunstancias o incluso detalles cotidianos (por ejemplo, de cómo se las apañan dos personas para dormir y prepararse un desayuno caliente en una furgoneta atestada de míseras falsificaciones chinas de tercera mano) el lector puede caer en la cuenta de que no se le ha dicho el nombre de la ciudad, que no sabe nada del interlocutor o que tampoco se da explicación alguna de hechos tan trascendentes como la aparición una cerda rodeada de cochinillos que mata sin más a un hombre en un mercado ante la indiferencia general.
Es una técnica de enfoque y desenfoque que se hace extensiva a la novela entera, capaz de una nitidez instantánea para luego desaparecer en una grisalla informe. Parece como un juego continuo entre realidad y ficción en el que no acaba de saberse dónde está la verdad y a partir de qué momento empieza lo ficticio, todo ello contado además con un tono de desencanto sin paliativos. Aquellas euforias y promesas de los primeros años tras la caída del comunismo han dejado paso a la atroz evidencia de que en el culo de Europa no hay esperanza posible, que los supuestos cambios no han cambiado nada y que el futuro se reduce a depender de las sobras y de lo que nadie más quiere, con el agravante de que, por ejemplo el narrador, ya no aspira a grandes negocios ni ganancias porque se conforma con lo que gana vendiendo andrajos en mercados de pueblos que ni nombre tienen.
Taksim
Andrzej Stasiuk
Traducción de Alfonso Cazenave
Acantilado