Javier Fernández de Castro
Resulta del todo punto imposible hablar de esta novela y de su autor, o de la suerte que les cupo a los dos en su momento, sin que el texto se pueble de expresiones como “absurda”, “estrafalaria”, “hilarante” y cualquier otro término que permita describir algo insólito y concebido para hacer reír, pero con la particularidad de que es necesario añadir otros términos inevitables cuando se habla de las peripecias de unos seres humanos sometidos a las humillaciones y desgracias que aquejan a todas las personas, incluida la voluble e incorregiblemente casquivana tía Mame.
Edward Everett Tanner III, un joven de clase media y con antecedentes familiares marcadamente irlandeses (y de ahí el pseudónimo de Patrick) debutó en los quehaceres literarios a principios de la década de 1950 con una serie de cuentos basados en la figura de una mujer, supuestamente familia del narrador, pero de figura y conducta muy peculiares. Los 19 primeros editores que tuvieron la oportunidad de leerlos los rechazaron, pero el que hacía el número veinte le recomendó que transformase ese material en una novela y acertó. En 1955, y durante 112 semanas seguidas, Tía Mame figuró en la lista de libros más vendidos del New York Times, con la particularidad de que hubo un momento en que llegaron a aparecer simultáneamente otros dos libros suyos, algo que ni siquiera les pasó nunca a los autores más prestigiosos del momento. Es decir, el libro tuvo un éxito inmediato y llegó a vender más de dos millones de ejemplares, aparte de que Patrick Dennis se hizo muy popular. Le llovían las ofertas y su nombre empezó a figurar en toda suerte de comedias, musicales y películas, algunas protagonizadas por mujeres que entonces estaban en la cumbre de sus carreras, tipo Rosalind Russell, Angela Landsbury, Lucille Ball o Silvia Pinal. Y el lector comprobará que todavía hoy Tía Mame ofrece material de sobras para hacer varias películas y musicales.
Nadie lo sabía, y si alguien se molestase en recopilar ahora la interminable lista de elogios que merecieron las sucesivas obras que Dennis fue dando a la imprenta o representado en los escenarios y las pantallas de cine, se comprobará que en ninguna de ellas figura el término “camp” pese a que probablemente sea la mejor contribución de Patrick Dennis a la literatura norteamericana. Y aquí “camp” podría hacer referencia a un propósito deliberado de imitar, parodiar y llevar hasta el límite ese estilo de crítica social irónica y bonachona que se conoce como “típico humor inglés” y que en España se asocia con Woodhouse, Jerome K. Jerome, G.K. Chesterton y toda aquella serie de escritores británicos publicados en la colección La pajarita de papel. Lo peculiar, como he mencionado más arriba, es que por debajo de tanto oropel y bambalina el texto dejar ver entre líneas el cúmulo de dolor y ultraje que debe soportar una mujer nacida para ser derrochadora, caprichosa y frágil como una flor de invernadero, pero a la que el crack del 29 dejó en la más absoluta miseria y con la responsabilidad de sacar adelante a un sobrino de diez años que le fue encomendado prácticamente a traición. En ese sentido, Tía Mame sería como si a Woodhose o Jerome K. Jerone les hubiesen encargado escribir, sin renunciar a su estilo, el relato de la desgarrada y violenta lucha por la supervivencia que se ve obligada a librar una mujer que no estaba preparada para ello pero que se entrega a la causa con las armas a su alcance, o sear, el refinamiento, el derrocheo un gusto exquisito para el vestir y la decoración de interiores, todo ello surgido de un concepto de la existencia que nunca hasta entonces había sido sometido a la prueba de la realidad. Resulta fácil imaginar qué ocurre cuando esta dama exquisita encuentra trabajo de dependienta en la sección de patines de unos grandes almacenes, o cuando decora la casa de un gangster enriquecido con la venta de alcohol clandestino, o el maravilloso y exclusivo bar (también clandestino) que termina el día mismo de la inauguración con la Tía Mame y toda sus distinguida clientela en comisaría porque, diablos, a la tía Mame se le olvidó sobornar a la policía.
Hacia 1965, Patrick Dennis era un juguete roto y fue internado en un hospital psiquiátrico como resultado de un intento de suicido. Se dice que estaba extenuado por el esfuerzo que le suponía llevar una doble vida (casado y con hijos en su faceta pública, homosexual vergonzante en el lado oscuro y enamorado de un tipo que le exigía como prueba de amor que se presentase públicamente co mo su pareja). Sus libros habían dejado de interesar y ante la evidencia de que su talento literario se había esfumado, optó por buscar empleo como mayordomo, sirviendo entre otros al millonario creador de Macdonald´s, Roy Kroc, aunque a quienes le empleaban siempre les ocultó su otra personalidad. Murió en 1976 solo y olvidado, y mientras se lea Tía Mame conviene recordar la trayectoria de este hombre que gozó de la miel de la fortuna y de la hiel del fracaso para no olvidar que el autor y su obra, o si se prefiere, que tía y sobrino no eran tan frívolos y casquivanos como podría juzgarse a partir de su extravagante comportamiento durante casi toda la novela. Que la comedia de humor inglés sea la fórmula más adecuada para hacer crítica social ya es otra cuestión.
Tía Mame
Patrick Dennis
Acantilado