Javier Fernández de Castro
De entrada aparece una voz que, oculta tras un oportuno y poco comprometido “nosotros”, asume la tarea de relatar las peripecias de los alumnos del colegio El Bosco. Su misión es transmitir una visión coral y de conjunto, aunque dedica especial atención a elhijodelRana, Fauró y Moya, tres gordos a los que no podías dejar de meterles pescozones. Al mismo tiempo, la voz “nosotros” es la encargada de señalar el paso del tiempo y si al principio se centra en la relación de los alumnos entre ellos mismos y también con los profesores y los respectivos padres, más tarde, cuando les llegue la edad de pasar a un instituto mixto, aparecerán las chicas y las inevitables dificultades de relación con ellas (con las primeras tácticas de seducción, la servidumbre de los celos y las rivalidades o el aprendizaje torpe y escasamente satisfactorio de las primeras experiencias sexuales). Esa relación aún será más difícil y compleja cuando crezcan unos y otras y sus deseos, y anhelos, las aspiraciones profesionales o las ambiciones vitales se concreten y por ende se vuelvan más exigentes y perentorias (“Ya voy teniendo una edad”, le dice una de ellas al novio que si de un lado se muestra reacio al uso del preservativo, tampoco parece muy decidido a formalizar su relación, ni siquiera en el caso de que su alergia al látex pueda tener consecuencias reproductivas).
Casi en paralelo se desarrolla la historia de M (a su debido tiempo el lector recibirá información puntual de quién es este personaje tapado por una mayúscula), un tipo que mitad por desidia y mitad por elección, ronda ya la treintena y sigue viviendo en casa de sus padres, utiliza el coche de sus padres y que a pesar de su título de abogado trabaja de interino en la Ciudad de la Justicia ejerciendo labores muy inferiores a su titulación. En su rutinaria y provisionalmente definitiva vida de funcionario subalterno irrumpe un compañero del Bosco, hoy convertido en un exitoso emprendedor, que le presenta a otro exitoso empresario (en este caso un rey de la noche) que de inmediato le invita a participar de su éxito. Todo lo que necesita es aportar una cantidad de dinero que M no posee. Desde el momento en que M decide tomarla prestada de las cantidades que los jueces decretan para dirimir pleitos judiciales, queda claro que se está buscando la ruina y que la aventura va a terminar en desastre.
Entre medias ha irrumpido una voz dual, porque se expresa bajo la forma de un chat muy divertido y juguetón al principio pero que se irá cargando de nubarrones con el paso del tiempo. Son intervenciones cortas y casi eléctricas y que raras veces superan la página o página y media, pero que en cambio permiten conocer casi al segundo la evolución y el inevitable desenlace de ese intercambio de mensajes que tan juguetón sonaba al principio.
Lo que más sorprende de La edad media, sobre todo teniendo en cuenta que se trata de una primera novela, es el rigor con el que Leonardo Cano cumple las reglas de juego que ha elegido para cada una de las voces narradoras. El relato coral, como queda dicho, no sólo va presentando a cada uno de los personajes sino que refleja con toda exactitud su evolución hacia la edad adulta, con el mérito añadido de que evolucionan incluso el lenguaje y la ideología, pues si al principio refleja el universo y la forma de expresarse de unos escolares maldicientes, machistas, maltratadores de los débiles y profundamente influidos por la ideología de sus mayores, al llegar a la edad adulta (o media, como la define el autor) tanto el lenguaje como la ideología se adaptan a la nueva situación y el mal decir, el machismo o el maltrato siguen presentes pero ya con tintes inequívocamente adultos.
Y lo mismo cabe decir de la impecable narración de M, siempre objetiva y como sin pasión, aunque por debajo se adivinen unas tormentas que acaban por irrumpir en la superficie. O la técnica del chat, muy difícil porque todas las emociones y sus variaciones se expresan única y exclusivamente por medio del lenguaje obligadamente sinóptico y esquemático del chat. Las tres voces narrativas, y la mayor parte de los personajes que intervienen en la novela, confluirán en una cena de antiguos alumnos que se ha ido preparando un poco al azar de los medios sociales pero que no tarda en adquirir los tintes inequívocos de una cita urdida por el destino de todos.
Se trata en definitiva de una agradable sorpresa porque La edad media es una excelente primera novela que permite esperar con optimismo la llegada de nuevas ocurrencias de Leonardo Cano.
La edad media
Leonardo Cano
Editorial Candaya