Iván Thays
Mario Vargas Llosa en Nueva York
Manuel Rodríguez Rivero escribe para ?Babelia? de El País una semblanza de cómo fue recibido el Premio Nobel a Vargas Llosa en Fránkfurt.
Dice:
Lo mejor de la Buchmesse es que exista. Fráncfort continúa sin rival en el calendario anual del mercado internacional del libro (la Book Fair de Londres, que todavía se está recuperando del desastre de la nube tóxica, no le llega a la suela del zapato). Además, este año lo de Vargas Llosa ha sido una alegría. Insisto: desde el concedido a Günter Grass (1999), no recuerdo un Nobel recibido con más entusiasmo por la comunidad de los feriantes. El maestro Vargas es el más universal de los novelistas hispánicos vivos. Resulta grande incluso cuando afloja. Como decía Javier Cercas en este mismo periódico: ?Cuando parece que no está en plena forma, está más en forma que la inmensa mayoría de los novelistas cuando están en plena forma?. Y desde muy jovencito: como Orson Welles (Ciudadano Kane), Stanley Donen (Cantando bajo la lluvia), Thomas Mann (Los Buddenbrook) o Carson McCullers (El corazón es un cazador solitario), Vargas Llosa terminó su primera obra maestra bastante antes de cumplir treinta. Y desde entonces no ha parado de regalarnos historias y personajes. Y de reflexionar lúcidamente acerca de su oficio y de los libros de los otros. Estos días, y antes del premio, en Fráncfort también se habló de su inteligentísima agente, Carmen Balcells, que de nuevo ha conseguido una página de publicidad gratuita en un periódico de gran tirada (¿recuerdan la entrevista que concedió a La Vanguardia en abril?: yo la tengo fijada con tachuelas a la pared, al lado de una foto de Einstein). Esta mujer es un genio: hace lo que se le antoja con los medios y con los editores. Pero, hay que reconocerlo, cuida y ama a (algunos de) sus autores. Ahora, con esto del premio a Vargas, una vez más le ha venido a ver Dios (en su avatar de Alfred Nobel).