
Eder. Óleo de Irene Gracia
Iván Thays
Carátula del libro
Que nadie se mueva es la nueva novela de Denis Johnson, publicada en EEUU en el 2009, y recién traducida para la colección Rojo y Negro de Mondadori, con prólogo de Rodrigo Fresán. En ?Radar Libros? adelantan algunos párrafos del prólogo. ?El dios en el que quiero creer tiene una voz y un sentido del humor como los de Denis Johnson? dijo alguna vez Jonathan Franzen. Ni más ni menos.
Dice la nota:
Que nadie se mueva empieza, en las afueras de Bakersfield, presentando a un tal Jimmy Luntz. No conforme con ser uno de esos típicos perdedores que suelen crecer y reproducirse como conejos sin pata de la suerte en el paisaje noir, Luntz ?además de haber sido un boxeador noqueado y ser un jugador compulsivo y más bien desafortunado? es miembro de uno de esos infames y bastante ridículos coros/cuartetos estilo barbershop. Ya saben: camisas a rayas, sombreros de paja, armonías a capella tan complejas como anticuadas, canciones supuestamente graciosas pero no tanto.
Y Jimmy Luntz ?cuyo alias terreno y real, aunque no quiera condicionar la imaginación de nadie, bien podría ser Steve Buscemi? debe mucho dinero.
Y ?sus acreedores han perdido su de por sí poca paciencia? ha llegado la hora de devolverlo.
Y qué hacer.
O qué deshacer.
Y de repente alguien menciona que tiene la receta infalible para hacerse con 2.300.000 dólares que tal vez estén al alcance de la mano y tal vez no.
Y empiezan los problemas.
Muchos.
Y, con ellos, llegan una vampiresa tan melancólica como peligrosa con sangre native-american (y con el inolvidable nombre de Anita Desilvera, y que se emborracha al treinta por ciento y es dueña de una sonrisa capaz de hacer perder la cabeza al mismísimo Jesucristo, y corrige a todo aquel que reduzca el botín a dos millones a secas, y hace el amor como una monja pasada de copas), sicarios muy pero muy pesados (alguno de ellos, se dice, con una particular propensión a comerse los testículos de sus rivales), una bolsa de dinero y una bolsa de colostomía, un juez corrupto, huesos quebradizos, un sediento camello de apellido Juárez (pero en verdad made in Arabia), una enfermera dedicada a robar fármacos potentes, humor oscurísimo, diálogos chispeantes e inflamables con sabor a Quentin Tarantino y/o Elmore Leonard, cadillacs ominosos y ambulancias aullantes, mañanas que se encienden como sopletes, un intimidante Hombre Alto que no se sabe si tose o se ríe y que tiene algún tipo de problema nunca del todo aclarado con su rostro/cabeza, y la venganza como plato frío, y etc.
Y otras dos palabras: Hermanos Coen.
(?)
Y, aquí y allá y en todas partes, la música inconfundible de uno de los grandes estilistas en inglés y en activo.
El título Que nadie se mueva ?páginas absoluta, total, completa y peligrosamente movedizas? sale, lo aclara Johnson en la novela, de aquel hit de aquel DJ y músico albino y jamaicano de nombre Yellowman. En un momento, Jimmy Luntz lo escucha en la radio: Nobody mov/ nobody get hurt?.
?Que nadie se mueva y nadie saldrá herido? son, está claro, las palabras típicas con las que un típico ladrón abre la melodía de un asalto.
Así funciona lo que aquí empieza, están advertidos.
Todos quietos, las manos arriba, sosteniendo este libro, abierto, y ?si saben lo que les conviene, y van a saberlo en unas pocas líneas? no cerrarlo hasta alcanzada la última página y el último big bang bang y las últimas palabras en las que el agua tan fría sigue con lo suyo, desde el principio de los tiempos, como si nada hubiera pasado y nada fuera a pasar, mientras se nada o se flota o te hundes hasta el fondo para ya no salir a la superficie o, quizás, simplemente, intentás sacudirte un poco de la mugre y bastante de la sangre que llevas encima.
La muerte es un río que fluye.
Y dos palabras más: THE END.