
Eder. Óleo de Irene Gracia
Iván Thays
Carátula de Radar Libros. Fuente: radarlibros «¡Cómo! ¿No estaba muerto?» Eso fue lo que dijeron los editores argentinos de Eloísa Cartonera cuando, luego de publicar el relato «El Príncipe» descubirieron que su autor, el peruano Osvaldo Reynoso, aún vivía. Así fue el ingreso de Osvaldo en Argentina, que llega a su punto culminante con la edición en el sello El Andariego de su primera novela En octubre no hay milagros y la nota de tapa que Mariana Enriquez le dedica en Radar Libros. Los elogios no cesan para este «Marxista Rabioso», como lo califica Mariana:Lima es narrada por Reynoso con el estilo que después los críticos llamarían ?realismo urbano?, pero que es bastante más: pasajes de un apasionado lirismo se contraponen con diálogos en la más cerrada jerga limeña juvenil y le siguen pasajes secos, narrativos, de belleza austera. Reynoso exhibe su virtuosismo en cualquier registro, pero jamás parece ostentoso o arrogante. Y esto es porque En octubre no hay milagros está claramente atravesada por la ideología del autor, por la política: Oswaldo Reynoso se identifica como marxista ?entonces y ahora?, y un año después de la publicación de En octubre no hay milagros formó el grupo Narración junto a Miguel Gutiérrez y Antonio Gálvez Ronceros(…) Sin embargo, Reynoso jamás resultó un escritor programático: su prosa es demasiado sofisticada, demasiado elegante y en ocasiones, en libros como El escarabajo y el hombre de 1970, casi experimental. Su trabajo con la lengua es obsesivo, y en su búsqueda obtiene pasajes de luminosa belleza. (…) Reynoso prefiere escaparle a las polémicas y continuar trabajando, no sólo en literatura ?está escribiendo una novela provisoriamente llamada Huamanga, Huamanga? sino en el taller de narrativa que dicta en su propia casa del distrito limeño de Jesús María. Cuenta, lo sabe, con gran cantidad de fieles y de alumnos; sabe que a los 77 años, con su melena blanca, sigue siendo un escritor joven e incómodo; además, un escritor casi secreto, poco conocido fuera de su patria. ?Creo sin vanidad que soy el best seller clandestino del Perú?, decía en una entrevista de 2006. ?Mis libros se siguen vendiendo luego de más de cuarenta años, aunque nunca aparecen en la lista de los más vendidos. Es que yo vivo y escribo para el Perú: que mis libros tengan resonancia fuera del país es algo que no me interesa.?En el completo recuento sobre la trayectoria de Reynoso, Mariana también comenta lo ocurrido hace unos años cuando, en la presentación de la antología narrativa Toda la sangre sobre el cuento de la violencia política peruana, antologada por Gustavo Faverón, y unas semanas después en una mesa redonda -en la que yo participé junto a Oswaldo- en la Feria del Libro de Santiago de Chile, Reynoso repitió insistentemente que lo ocurrido en el Perú no fue terrorismo sino una «guerra popular». Dice Enríquez:En marzo de 2007 concedió una entrevista a El Hablador donde reivindicó su marxismo, la posición militante tomada en el primer número de la revista Narración, y se negó a opinar sobre Sendero Luminoso. Poco después, se refirió en público a los años de guerra interna como ?guerra popular?, lo que le valió más enojos, acusaciones de ?populismo intelectual? e irritaciones de críticos y escritores como Gustavo Faverón Patriau (profesor en el Bowdoin Collage de Maine, EE.UU.) e Iván Thays. Para muchos, Reynoso se victimiza: es un éxito de ventas y cuenta con presencia en los medios y, sin embargo, afirma ser discriminado. Para otros, como Lasso, Reynoso no tiene ?el reconocimiento que se merece, ni el lugar que debería ocupar en el canon latinoamericano. Merece traducciones y ediciones en otros países; felizmente los argentinos son los primeros en darse cuenta?.Por cierto que Oswaldo Reynoso nunca ha rehuído a las polémicas, como dice Enríquez, y eso lo prueba los textos virulentos que envió a Perú21 cuando la polémica andinos-criollos. Incluso habría que decir que es un instigador de las mismas. Por eso, no fue para mí una sorpresa que en Santiago de Chile hablase ambiguamente sobre Sendero Luminoso. Lo que sí me sorprendió fue que, obligado por los presentes a rectificarse, decidió insistir en el término «guerra popular» declarando: «fue una guerra porque murió gente, y popular porque murió gente del pueblo». Ni Cantinflas hubiera explicado mejor el marxismo.