Iván Thays
Poeta. Fuente: la noche de los puentes
GUERRA DE PULGARES
Recuerdo que mi ingreso a la Universidad, a mediados de la década de los 80, estuvo marcada por dos cosas: las revistas literarias (que me vendían con bonos de pre-publicación) y los recitales poéticos, a los que asistía siempre, por lo menos uno cada mes, algunos universitarios nomás pero otros Mega recitales, como aquel en el Centro Cultural Soviético (en aquella época la URSS aún existía y pagaba centros culturales y becas a alumnos), donde cada viernes recitaban dos poetas de generaciones distintas, ante los aplausos del público de adelante y los agresivos insultos de los de atrás (casi todos ellos sazonados poetas de ?Kloaka? o afines). Sobre aquellas épocas, y sobre los recitales poéticos en general, ha comentado Gustavo Faverón en su blog y encontró respuesta en el poeta (que leía en todos los recitales durante los 80) Jorge Frisancho.
Con esto empieza la sección ?Guerra de Pulgares?.
Gustavo Faverón.- Los recitales de poesía, que son el más burgués de los ritos literarios, son una costumbre heredada sobre todo, curiosamente, por quienes más antiburgueses se proclaman. Los recitales del antiguo modernismo hispanoamericano eran una mezcla de soirée de damas de tertulia y concierto de Julio Iglesias: los poetas declamaban encaramados en un podio y luego firmaban álbumes con rúbricas, garabatos y florecitas e improvisaban al margen de la página sus peores rimas ?de ocasión?. Los recitales de la vanguardia europea, y por calco y herencia los latinoamericanos, eran bastante menos reverentes en forma, tenían algo de la calidad de un acontecimiento estético en sí mismos, y muchas veces eran, además, precisamente antiburgueses. Pero no dejaban de ser el mostrador de exhibición de quienes se sentían distintos y adelantados. La última transformación más o menos fundamental vino con los beats, la acogida del jazz en el mundo poético, la experiencia de la música y la poesía reunidas nuevamente, como en su origen mítico y en su pasado histórico, y otra vez los recitales fueron presididos por el espíritu de la protesta anti-establishment. Pero yo no vi ninguno de esos. Yo lo que vi fue la procesión interminable de los egos grandotes y los poemas chiquitos: la vanidosa exposición de lo crudamente mediocre en una ceremonia de orgullos olímpicos. Lo que vi fue a poetas más interesados en el espacio, los ojos y las bocas del recital que en los textos escritos o compuestos. El recital limeño es como el concurso de belleza de los feos y los jurados tuertos: cada quien está listo para ser democráticamente deslumbrado por lo que le guste a la mayoría o para emitir el juicio destructor de lo que disguste a la mitad más uno; todos están seguros de que al lado de lo propio lo ajeno es un galimatías insípido y hueco; noventa y nueve de cada cien poemas son idénticos e idénticamente olvidables y el que es diferente resulta poco menos que imperceptible, opacado en la marisma de medianías. Los recitales se han devaluado cada vez más, por cierto. Si alguna vez marcaron hitos en la esfera pública, hoy son hitos de la historia privada, rincones meramente propios en la autobiografía, o, en el mejor de los casos, casetas de peaje en el callejón sin salida del colectivo miniatura, del grupúsculo incoloro que piensa estar escribiendo leyendas aunque nadie jamás las lea.
Jorge Frisancho.- En desacuerdo contigo, Gustavo. Y mira que desde aquellos años de la PUC, que compartimos (y donde creo que alguna vez hasta leímos juntos), no leo en público con mucha frecuencia, en parte por elección, en parte porque no me invita, y en parte porque no vivo en Lima. En desacuerdo también con los que se quejan de que mucho de lo que se escucha en recitales es de bajo nivel. Para mí el punto no es ese, aunque sea cierto. El punto es que los recitales y lecturas públicas, en especial los que reúnen y promueven a escritores jóvenes o nuevos, tienen una importancia difícil de sustituir en la circulación y difusión del trabajo poético y en la generacion de un público para él. No hay demasiados de esos mecanismos, y yo digo que es ejor que los haya, aunque no todos salgan bien. Y eso de que los recitales poéticos son una tradición burguesa dice en realidad muy poco. Muchas ceremonias y prácticas de nuestra vida cultural son inevitablemente ?burguesas? así en un sentido genérico y amplio (como escribir novelas, y leerlas -o ir al cine, vamos) y eso no las invalida. Que haya mucho poeta mediocre en el mundo, mucho poema mediocre, mucho recital aburrido y mucho payaso sin circo es, en realidad, un mal menor, comparado con la alternativa: que la poesía no circule y no tenga audiencia.