
Eder. Óleo de Irene Gracia
Iván Thays
Mario Benedetti. Foto: Eduardo Longoni/ ClarínLas oficinas de Montevideo han cerrado antes de las cinco. Los feos dejan de mirar su noche por la ventana. Los amantes no susurran más a la izquierda del roble. Adiós, don Mario. Ya me despedí antes de ud., con pena y gratitud, cuando dejé la adolescencia, pero ahora la despedida es triste, solitaria y final. Un gran amigo suyo también quiere despedirse de ud. y me honra que lo haga a través de Moleskine Literario. Aquí le dejo sus conmovedoras palabras:Mi querido Mario,Hace ya 44 años que nos conocimos, jugando al pin-pon en un hotel en La Habana. Durante este largo tiempo anduvimos juntos, como tu editor en Argentina, en México y en España, luego como tu agente, y siempre como lector y como tu amigo. ¡Cómo extrañaré los 14 de septiembre de cada año, el día en que jugábamos a ver quién era el primero en llamar al otro para desearle feliz cumpleaños!. Tu vida ha sido una enseñanza de amistad y de ética; tu invariable posición frente a la vida y a la política ha sido un modelo para mí y para cientos de miles de lectores, que te seguimos queriendo, te seguimos leyendo y para quienes seguirás siendo siempre un ejemplo de humildad y coherencia intelectual. Me siento tan orgulloso de la amistad y la confianza que me otorgaste… Mario, ¡cómo te echaré de menos! El mundo, hoy más que nunca, necesita de gente como tú. Desde ahora, todos estaremos mucho más huérfanos.Willie Schavelzon