Iván Thays
Wole Soyinka
Conocí a Wole Soyinka en 1993, en un encuentro de escritores en España. Soyinka debía hablar a casi un centenar de escritores jóvenes y lo hizo alto y fuerte. Luego, en la intimidad de la tertulia en el único bar del pueblo donde estábamos (se llamaba Mollina), Soyinka se emborrachó, bailó, se hizo llamar ?León? en nigeriano, coqueteó con varias autoras y además se burló sin misericordia de la ambición literaria de la mayoría de escritores jóvenes, augurándonos un estruendoso fracaso. A algunos de los ahí presentes les fue mejor que otros, es justo decirlo.
No creo que ese recuerdo esté en sus memorias. Yo leí algunas novelas de Soyinka, traducidas entonces luego del premio, y la verdad es que me parecieron aburridas y llena de clisés de realismo maravilloso a lo africano. Quizá las memorias Partirás al amanecer (RBA) sean mejor que eso. O quizá no.
La reseña en Radar Libros es de Mariana Enríquez:
También podrían sumarse como momentos lisérgicos su búsqueda de la Ori Olokun, la perdida cabeza de una deidad mayor yoruba que, según le aseguran investigadores de la Universidad de Ife, se encuentra en Brasil; hacia allí parte el profesor Soyinka, se roba la cabeza de una colección privada en Bahía, descubre muy tarde que no es la original, y vuelve a intentar la recuperación del objeto sagrado ¡en el Museo Británico! O su participación en el festival de teatro de Siena, Italia, cuando para levantar la moral de la troupe decide traer desde Nigeria un eta (animal típico del país) para hacer un asado: la carne congelada, fruto de la caza, consigue pasar, milagrosamente, todos los controles aduaneros. O la entrada a Lagos ?ex capital de Nigeria y todavía su centro comercial? en 1993, durante una brutal rebelión popular tras un fraude electoral, con el tráfico aéreo interrumpido, toque de queda y todas las actividades paralizadas, Soyinka entró en taxi, solo con un chofer medio loco, atravesando cada barricada gracias a su poder de persuasión y su fama (en su país es, sencillamente, el Profe): ?Paramos a uno para preguntarle cómo se llegaba a Agege. Señaló hacia una dirección y nos previno: ?Pero no hay que ir allí?. ?¿Soldados??, pregunté yo. No. Aquellos eran de la Policía Móvil, los ?mato y me voy?, también conocidos como POMOs. Sólo en aquella zona habían matado a seis. Si doblábamos por la primera calle, veríamos los cadáveres; habían aparecido disparando como locos?.
De Kingston a Estocolmo, de Roma a Londres, de Atlanta a Benin, de Nadine Gordimer y Chinua Achebe a Stephen Spender y W. H. Auden, Partirás al amanecer también cuenta con los roces sociales típicos de un Premio Nobel, pero son los momentos menos atractivos del volumen. Lo más notables son todos esos nudos en los que se juega la vida y el destino, que definen qué es ser un intelectual comprometido y cuentan éxitos y fracasos que son los de Nigeria pero también los del continente africano y, en un sentido amplio, los de esa región que para bien y para mal llamamos Tercer Mundo.