
Eder. Óleo de Irene Gracia
Iván Thays
Oliver Sacks
Basta ver algún capítulo de House M.D. para darse cuenta de que las mejores ficciones, las más bizarras e insólitas, se encuentran en la realidad. Y más precisamente, en la realidad del cuerpo humano. Uno de los primeros en descubrir el valor literario de las enfermedades, contadas no como ficción sino como casos clínicos fuera de lo común, fue Oliver Sacks. Luego de muchos libros muy exitosos (algunos de ellos incluso llevados al cine), Anagrama publica un nuevo libro suyo Los ojos de la mente.
Aquí la reseña de Juan Pablo Bertazza en Revista Ñ:
Los ojos de la mente, último libro de Sacks, está compuesto de distintos capítulos o relatos que cuentan, en clave literaria, los casos clínicos de algunos de sus pacientes particulares: una destacada intérprete de Chopin y Mozart que empieza a tener una insólita dificultad para leer pentagramas; un escritor de novelas policiales que un día compra su diario preferido y, apenas lo abre, siente que está escrito en chino mandarín o sánscrito. En definitiva, un libro en que las tramas literarias aparecen tatuadas con fechas, científicos, títulos de libros y términos técnicos como afasias, alexias, apoplejía (suspensión súbita y completa de la acción cerebral) y experiencias límite de enfermedades degenerativas como el Alzheimer o la Atrofia Cortical Posterior, que es la incapacidad para reconocer objetos familiares y personas.
Con algo de relato policial ?demanda casi una tarea detectivesca dar con exactitud en algunos males que tienen una frecuencia extraordinariamente baja? y algo de diario íntimo acerca de cómo llevar una enfermedad, Los ojos de la mente puede llevar mucha calma a los pacientes que sufran estos trastornos, o también a sus familiares, pero, eso sí, no resulta recomendable para hipocondríacos.
Los ojos de la mente tal vez sea literariamente más pobre que sus otros libros, pero perfecciona hasta la médula el mensaje que Sacks intentó expresar a lo largo de toda su obra. En ese sentido, es algo así como un libro de autoayuda, pero inteligente y muy bien llevado: el otro sentido de la palabra crisis, lo bueno que trae todo lo malo, el valor de los afectos, la búsqueda conmovedora y el hallazgo de estrategias novedosas para sobrellevar el día a día. Por ejemplo, reorganizar el mundo con señales propias. Pero también algo que excede lo individual y que tiene que ver con la complejidad del mundo: como el enriquecimiento de los demás sentidos cuando se pierde la vista, cuenta Sacks que los afásicos ?tienen más facilidad para detectar cuándo alguien miente?. Complicaciones que abren una puerta, tal como sucedió con la paciente Lilian Kallir que, en el peor momento de su enfermedad, toca de manera sublime el cuarteto de Haydn para soltar, luego de los últimos acordes, un enigmático y, a la vez, clarísimo ?todo está perdonado?. Esa lucidez que habla de la riquísima relación entre la complejidad de la vida, los alcances secretos de una enfermedad y la importancia de la actitud a la hora de revertir los efectos es lo mejor de este libro que, no obstante, a veces se pierde en datos engorrosos sobre bibliografía especializada: Carl Wernicke, Franz Joseph Gall, Paul Broca, etcétera.
Pero se perdona, justamente, porque en el medio se destacan historias de vida que, por momentos, brillan como algún verso de Auden o aquella frase de los diarios de Dylan Thomas: ?los mejores himnos al sol se escriben en la oscuridad?.