Iván Thays
Julien Gracq
El día de hoy, 28 de julio de 2010, el narrador francés Julien Gracq hubiera cumplido cien años. Manuel Rodríguez Rivero lo recuerda así:
Al igual que Ernst Junger -cuyo En los acantilados de mármol (1939) leería con entusiasmo- su literatura apostaba por profundizar en una tradición a la que sus contemporáneos habían dado bruscamente la espalda. En su primera novela aparece también otra constante gracquiana: la naturaleza como fuerza misteriosa, ineluctable y moldeadora, lo que la convierte en personaje fundamental de sus ficciones. En 1951 publicaría -con bastante más éxito- El mar de las Sirtes (Nuevas Ediciones de Bolsillo), su novela más conocida: una extraña y, a menudo, exasperante narración en la que ?pasa? muy poco, y cuyo universo mítico e inmóvil, sus ?espacios dormidos? y su clima de permanente expectativa y angustia la emparentan retrospectivamente con El desierto de los tártaros (1940), de Buzzati.
Un aspecto esencial de la trayectoria de Gracq fue su oposición radical al espectáculo y la parafernalia contemporánea de la literatura. Perpetuamente fiel a su editor y amigo, José Corti (en cuya página web hay una sección dedicada al escritor), rechazó el Goncourt -no conozco otro caso- que se le concediera en 1951 por El mar de las Sirtes,alegando que los premios eran más ?una cuestión de librerías que de literatura?. En su vibrante panfleto La littérature à l?estomac (1948; traducido en Nortesur como La literatura como bluff) arremete contra los premios literarios, el vedetismo de los escritores, obligados ?como animales de feria? a hacer labores que antes correspondían al editor, y las imposturas de los críticos. Como en otras muchas cosas, también en esto Gracq se adelantó a su tiempo. Aunque tuviera su mirada puesta en un mundo que ya había dejado de existir.