
Eder. Óleo de Irene Gracia
Iván Thays
Carátula de novela de Kerouac. Fuente: perdonameperoteamo Rodrigo Fresán vuelve a definir con acierto el verdadero carácter de un escritor: no la velocidad sin freno sino la helada melancolía es lo que define a Jack Kerouac, dice. Se trata de la reseña de un libro menos célebre del autor de En el camino, titulado Satori en París y que acaba de ser editado en España por Ediciones Escalera. Dice la reseña:Suele asociarse la obra de Jack Kerouac a la velocidad de la combustión espontánea, a la euforia sin frenos, al horizonte como límite y a las noches interminables mientras relampaguean saxos y sexos. Pero es una impresión tan fácil como parcial: porque si algo marca a fuego a la mística del «Rey de los Beatniks» es una corriente de helada melancolía. Esta aparece ya en ciertos tramos de En el camino, en Los subterráneos y, muy especialmente, en esa suerte de épica íntima de la derrota que es Satori en París. Aquí -en este pequeño gran libro publicado en 1966, tres años antes del final, cuando ya a casi nadie le interesaba el autor o sus ideas- se cuenta muy poco. Y se lo cuenta desde la fatiga de aquel que comprende que el motor de su vida ya no es lo que era. Y, aún así, emociona. Y duele. (…) Así, esa despedida apenas encubierta que es Satori en París -tan lejos ya de esas epifanías de carretera en las que se celebraban los encandiladores estallidos de «los locos por vivir, los locos por hablar/ los que arden como fabulosos fuegos artificiales»- termina alumbrando el paisaje crepuscular de un hombre solo. Un viajero cansado de viajar, a un costado de la ruta, haciendo auto-stop junto a los restos de su accidentada leyenda, esperando en vano a que alguien, por favor, lo recoja y lo lleve de regreso a casa.