
Eder. Óleo de Irene Gracia
Iván Thays
broken typewriter buried in leaves. Autor: John Wollwerth Fuente: shutterstockNunca me pierdo En Minúsculas, el blog de Ezequiel Martínez en Ñ. Y es que siempre termina sorprendiéndome con datos que saca de no sé dónde, no sé en qué tiempo. A partir de la lectura de un texto de Rosa Montero, publicado en «Páis Semanal», sobre el mito del escritor sufrido, Ezequiel consigue estos datos:Nunca falta un especialista que le ponga fórmulas y estadísticas a estas cuestiones. Así me crucé con una investigación que el psicólogo Joe Forgas, de la Universidad de Nueva Gales del Sur, publicó a principios de este mes en la revista Australasian Science. Ahí dice, palabras más, palabras menos, que los escritores infelices son mejores que los felices. Eso es lo que se deduce en su estudio, y que apuntala el mito que sugiere que para ser realmente bueno hay que sufrir lo suficiente, transitar por crisis existenciales, intoxicarse de sexo y alcohol, empalagarse de angustia y, de ser posible, rozar la autodestrucción.Se me ocurren una catarata de escritores geniales que entran en esta descripción, como también los de otros cuyas biografías no subrayan ningún exceso y que lograron obras igualmente prodigiosas. ¿Será, como dice el tango, que para ser bueno primero hay que saber sufrir, después amar, después partir y al fin andar sin pensamiento…? ¿O es un tópico ridículo, como sostiene Rosa Montero? ¿Ustedes qué opinan?Me gustaría subrayar algunas de las razones que da el estudio. Una de ellas, la mejor percepción que tienen las personas deprimidas sobre el mundo que lo rodea. Quizá el «pensamiento distorsionado» que malogra las relaciones personales sea, en realidad, lucidez a la hora de escribir ficción. Dice el artículo sobre Joe Forgas: According to Forgas, psychologists have already shown that unhappy people «are less prone to judgmental errors, are more resistant to eyewitness distortions, and are less likely to adopt dysfunctional selfhandicapping strategies.» In addition, evidence suggests that being in a negative mood leads listeners and readers to perceive messages more carefully, or, as Forgas puts it in psych-speak, «positive moods may simply lead to less effortful and systematic processing, while negative moods promote a more careful, vigilant and systematic processing style.» This explains why happy people read bestsellers, but literature graduate students are always so depressed.Luego, habla de una serie de experimientos por demás interesantes y, por mi experiencia como profesor de talleres por más de 20 años, yo diría que muy acertados:In a series of experiments, Forgas induced sad and happy moods in test subjects by showing one group a happy 10-minute video, while another group watched a sad one, or by asking them to think about something good or bad in their own lives. Subjects then wrote a short persuasive essay on an assigned topic. Trained essay raters determined that the sad participants produced arguments that were significantly better than the happy ones. The unhappy writers argued more concretely and specifically as well, and their texts were more likely to persuade readers to agree with them.Quizá entonces el «mito del escritor infeliz» no sea solo un mito, como quisiera creer Rosa Montero. Quizá sea algo terrible, lamentablemente, objetivo. Y no solo por las biografías de los escritores geniales. Hay un cuadro estadístico en la nota que es inquietante:En fin, parece qye esa es la verdad. Aún así, yo prefiero seguir tomando mi zatrix por las noches y Sertralina por las mañanas. Es una esperanza; aunque eso no me está funcionando últimamente. Por eso escribo.