Iván Thays
RESEÑAS SIN PLUMAS
por Iván Thays
DESDOBLAMIENTO
Todas las historias cuentan siempre con espacios narrados y zonas en blanco. Las narraciones autobiográficas son especialmente pródigas en estos vacíos del recuerdo. La vida sexual de Catherine M., la exitosa autobiografía que publicó Catherine Millet hace unos años, tenía desde luego una contraparte. Y ahora se ha editado en castellano, por Anagrama, bajo el título e Celos (La otra vida de Catherine M.)
El éxito inmediato que tuvo la primera autobiografía de Catherine Millet (traducida a 45 idiomas) está vinculado al intento desbaratador, y en cierto modo escandaloso, de contar la vida sexual adulta de una mujer. No se trata de una promiscuidad cabalgante ni tampoco de una historia de fidelidad. Simplemente, era una novela sobre el sexo donde el amor era una palabra apenas mencionada. El hecho de que Catherine Millet no haya sido una desconocida en el mundo del arte contemporáneo (es crítica de arte y directora del prestigioso Art Press) aumentó el morbo al libro. Las anécdotas, matizadas por los intentos de reflexión, dejaban ver una honestidad brutal que, al mismo tiempo, nos ayudaba a ingresar a un mundo sofisticado y frívolo. El mundo de las personas incapaces de salir de sí mismas y del papel que asumen en la realidad. Un mundo, como está visto, llenos de espacios vacíos cuando aparece en una novela o memorias.
Celos se propone corregir o llenar algunos de esos espacios en blanco.
Aquí, la protagonista en primera persona que ejerce con aplomo y seguridad su papel de bacana sexual en la primera parte, parece retroceder y dudar. La palabra clave es ?desdoblamiento? y este empieza con la aceptación de que el sexo y el amor han sido, para ella, dos elementos vitales no necesariamente unidos. Su primera relación larga, con Claude, es una relación abierta donde ambos se descubren a sí mismos sus infidelidades. Los celos están aplacados ante la seguridad de que el deseo de Claude por otras mujeres es visible y se exterioriza. Pero cuando esa relación termina, y empieza una historia más seria aún con el escritor Jacques, Catherine M. vive una doble vida (como lo sabemos por su anterior libro). Ella tiene una serie de relaciones fuera de Jacques, que oculta a éste, convencida de que la fidelidad y el amor no son consecuencia. Sin embargo, jamás se pregunta si Jacques comparte esa misma idea hasta que, por azar, encuentra un diario suyo con una fotografía de una muchacha desnuda y embarazada. A partir de ahí, una llamada telefónica con no pocas explicaciones y la posterior purga de todos los diarios y cartas que Jacques guarda, la hacen enfrentarse al demonio de los celos. Jacques es un hombre de pocas palabras y de muchos secretos, que nunca intenta excusar sus relaciones con otras mujeres y tampoco se permite dudar de su relación con Catherine, más bien la trata con condescendencia. Eso quizá la vuelve más vulnerable ante sus celos, pero al mismo tiempo le hace entender que es un problema exclusivamente suyo, un tema que debe arreglar consigo misma.
Para permitirse entender, Catherine habla también de la masturbación y el voyeur. No es un detalle para pasar por alto. La masturbación es un placer que expulsa al otro, es una negación de la otra persona, que es reemplazada por una fantasía que implica solo y siempre a uno mismo, en diversos estados. También el voyeurismo es una negación. Los celos de Millet son, en realidad, una extensión de esas fantasías masturbatorias. Le bastan una líneas del diario de Jacques o una mención a cualquier tema que tenga que ver con otra mujer, para dejar aflorar la imaginación y ver a su esposo en actos promiscuos que ella misma califica como ?escenas de vodevil?. Lo ve cogiendo con una mujer en el piso o masturbándose en los senos de otra, al mismo tiempo que contesta con nimiedades una llamada telefónica suya. Esas escenas contadas a sí mismas, y que son producto de su fantasía, son las que terminan por hacerle sentir el verdadero dolor de los celos. Es decir, descubrir que Jacques no es parte suya, no es una extensión de sus sueños, sino un verdadero ?otro?.
Descubrir al otro implicará un trabajo de desdoblamiento. Verse a sí mismo, primero, como otro al que le suceden cosas que no puede controlar. Y luego ver a su pareja como una vida paralela o ajena, no inclusiva, dentro de las fantasías. En ese sentido, el final del libro, que nos remite a la lectura de una novela estupenda y olvidada de Marguerite Duras, El arrebato de Lol V. Stein, donde se habla de vidas desdobladas y del don de la observación, es quizá la parte más luminosa del libro.
Celos es una autobiografía menos frívola que La vida sexual de Catherine M, aunque adolece de la misma enfermedad contemporánea: el narcisismo. Catherine Millet hace con valentía una nueva exploración hacia sí misma y sus zonas abisales, pero incluso en este trabajo de entenderse como una persona distinta y llenar los espacios en blanco de su propia vida (que nos conduce incluso al suicidio de su madre), no consigue salir de su propia atadura. No se trata de una obra de introspección, como querría creerse o como podría convencerse ella misma que lo ha intentado, sino de un regodeo en el yo más alejado del mundo real, enfrascado en sí mismo y su individualidad cabalgante, que por más que es interesante como discurso o como testimonio, jamás tendrá el valor altamente subversivo y esclarecedor que tiene el adentrarse al mundo donde, en realidad, nosotros siempre somos los demás.
Celos (La otra vida de Catherine M.)
Catherine Millet. Anagrama, 2010.