
Eder. Óleo de Irene Gracia
Iván Thays
Roberto Bolaño. Fuente: elversoclandestino Esto es lo de nunca acabar. Cuando parecía que todo lo que Roberto Bolaño había dejado inédito había sido ya publicado (luego de que su albacea literario, el serio Ignacio Echevarría, buceara por todos sus archivos, documentos y disco duro por pedido expreso del mismo autor antes de su muerte) por Anagrama, de pronto los deudos de Bolaño cambian de agente literario (ingreso estelar en la literatura latinoamericana del chacal Andrew Wylie) y empiezan a aparecer no una sino dos novelas inéditas, además de diarios e ingentes cantidades de poemas. Es decir, habrá que exprimir a Bolaño hasta las últimas gotas. Pero ¿dónde estaban escondidos estos manuscritos y por qué no se los mostraron a Ignacio Echevarría? Las dudas empiezan a corroer el estado de ánimo de todos los amantes de Roberto Bolaño. La aparición de un inédito debería ser siempre una buena noticia para los fans de su autor. Pero no veo demasiadas caras felices respecto a esta noticia, por cierto. Dice la nota en la revista Ñ:Bolaño falleció el 14 de julio del 2003. Cinco años después, el enorme puzle que constituye su archivo empieza a revelar sus tesoros. Su legado es el espejo de quien siempre escribía varias historias a la vez y desplegaba y replegaba sus relatos como cajas chinas, estructuras en vórtice, relatos yuxtapuestos. Hay notas manuscritas con los personajes que quince años más tarde emergerían en 2666. Y poemas que coinciden con sus narraciones, como El Gusano de Llamadas telefónicas. También hay diarios – de México, de Barcelona-, en cuyas hojas casi siempre aparecen operaciones aritméticas, quizás su contabilidad del número de líneas escritas o por escribir, y junto a anotaciones y reflexiones, la anotación de su menú del día. Además de El Tercer Reich, la novela inédita anunciada por el agente Andrew Wylie, hay otras dos novelas, Diorama y Los sinsabores del verdadero policía o Asesinos de Sonora. El estudio del archivo Bolaño se realiza a efecto de catalogación e inventario y el único texto sobre el que existe por ahora la decisión de publicación es El Tercer Reich, inspirado en uno de esos wargames por los que Bolaño tenía – según confesión propia-una inexplicada debilidad. El escritor solía escribir primero a mano y después pasaba el texto a máquina. En 1995 se compró su primer ordenador y antes de morir llegó a tiempo de transcribir en formato digital unas 60 páginas de las 350 mecanoscritas, lo que indica su voluntad de dar por concluida la novela. Sucede en la Costa Brava, donde Udo Berger, campeón de juegos de rol alemán, tras cruzarse con personajes siniestros, libra una partida a muerte con el enigmático y desfigurado Quemado.Otras cosas que han encontrado en los mecanoscritos, según la nota, son páginas de diarios (que incluye una invectiva absurda contra García Márquez, al que compara con José Santos Chocano), muchísimos poemas y un bloque de lo que podría ser una continuación de 2,666:Entre el laberinto de borradores, hay una versión más reducida de Los detectives salvajes y un bloque homogéneo, que podría considerarse la sexta novela de 2666.El escritor dejó en una nebulosa por qué Amalfitano, el especialista en la obra de Benno von Archimboldi, abandonó Barcelona para ir a dar clases al fin del mundo, a Santa Teresa (trasunto de Ciudad Juárez), «un oasis de horror en medio de un desierto de aburrimiento». En el mecanoscrito hallado ahora se desvela el misterio de su fuga, un motivo sorprendente que explica muchos cabos sueltos del personaje, y que adquiere, así, a la luz de este texto, nueva dimensión. Entre los papeles, destacan por su abundancia los poemas inéditos dejados por el escritor. Bolaño fundó en México, entre 1975 y 1976, antes de trasladarse a Barcelona, el movimiento infrarrealista. El texto de presentación del grupo, Déjenlo todo, nuevamente. Primer Manifiesto del Movimiento Infrarrealista, fue obra del escritor chileno, con tono de posvanguardia y anunciando ya su realismo visceral: «Cortinas de agua, cemento o lata, separan una maquinaria cultural, a la que lo mismo da servir de conciencia o culo de la clase dominante», y donde el poeta es «héroe develador de héroes, como el árbol rojo caído que anuncia el principio del bosque», pues «soñamos con utopía y nos despertamos gritando». Otra parte del archivo la forman los diarios. Los más importantes son los que abarcan hasta 1980, momento en que Bolaño se traslada de Barcelona a Girona y después a Blanes. La caja que contenía los manuscritos antiguos quedó olvidada y sólo ha sido abierta ahora para el inventario. Muestran que la capacidad creativa de Bolaño era pasmosa: escribió desde textos sobre una virgen ninfómana de Barcelona hasta una sátira desternillante con el torero Fran Rivera como personaje. El escritor tenía un inmenso orgullo literario – no confundir con vanidad-, una férrea confianza en sí mismo, asombrosamente llevada al límite en condiciones adversas. Fue un chileno de pelo greñoso que vendía bisutería para turistas en Blanes y que, aún sin obra publicada, tenía la osadía de despreciar no sólo a los literatos establecidos en su oficio como en una carrera burocrática o como competidores para encaramarse a las listas de más vendidos, sino que marcaba distancias con los grandes de la generación anterior. Siempre respetó a Cortázar, Borges y Bioy, y aun reconociendo, como lector, la grandeza del García Márquez de El coronel no tiene quien le escriba o de la catedral literaria de Vargas Llosa, su necesidad de encontrar la audacia y la inventiva para distanciarse de los escritores del boom le hacía decir, como boutade, frases de este tenor: «García Márquez a mí cada día me resulta más semejante a Santos Chocano o en el mejor de los casos a Lugones».