Francisco Ferrer Lerín
El libro Cuervo, de Boria Sax, permite utilizar sintagmas para construir nuevos textos; estrategia ya empleada en el apartado Paleografías del poemario Fámulo. En el primer texto, Oreb, el resultado, aleatorio, es claramente profético; avisa de la mayor amenaza para Occidente, la explosión demográfica humana en África y Asia, y su correlato; las invasiones. En el segundo, Edad Moderna, se modifica levemente un párrafo y se citan dos anacronismos.
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Oreb
Un hombre, Oreb, se convierte en cuervo, un hombre que camina sin rumbo en busca de un lugar donde fundar su reino y que quizá ve en el pájaro el esplendor de la destrucción, el método exacto para evocar una sensación de asombro, la paciencia exacta para aguardar a que pase la época del ser humano. Alguien dice entonces que ese hombre es uno de los invasores, un adelantado de los invasores, hombres con cabeza de cuervo procedentes de las montañas, demonios sin fuego, seres nublados que viven con fortaleza y aplastan a sus enemigos, y que, aunque graznan en el umbral de los palacios, sangran igual que sangra el lobo y sangra el hombre, y así, en ese momento y de ese modo, se agota la jerarquía y entra la muerte en el mundo.
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Edad Moderna
Igual que los europeos antes de la Edad Moderna, los nativos americanos tampoco distinguían de forma clara entre el cuervo y la corneja. (Podriamos fijar el inicio de la Edad Moderna en el momento en que Europa aprende a distinguir ambas especies) En la Hoya de Huesca creen que la corneja es la hembra del cuervo y le llaman “cuerva". En el Campo de Jaca llaman “cuervo” tanto a la corneja como al cuervo y no los diferencian ni sonora ni visualmente.