
Francisco Ferrer Lerín
Hoy me he enterado de que Debra Paget sigue viva. Nació en Denver, Colorado, el 19 de agosto de 1933, se convirtió al cristianismo evangélico en la década de los noventa, dirigió un programa radiofónico evangelizante en la Trinity Broadcasting Network (TNB) y, en la actualidad, vive retirada, con sus hermanas, en Houston, Texas, y podría ser la menor de ellas.
Debra se asocia indefectiblemente a películas míticas como Demetrio y los gladiadores (1954), con Victor Mature, y Los diez mandamientos (1956), con Charlton Heston y, sin embargo, su aspecto exótico queda mejor realzado, aprovechado, puesto en valor, en el binomio El tigre de Esnapur y La tumba india, rodadas en 1958/1959 por Fritz Lang (Viena, Austria, 1899 – Beverly Hills, EE.UU, 1976), binomio conocido como Epopeya India.
Mantuve de 1961 a 1964 una estrecha relación erudita con Pedro Gimferrer Torrens (Barcelona, 1945), quizá la persona con mayor caudal de conocimientos sobre literatura y cinematografía, y con mayor capacidad memorística para manejarlos, de todas las que he tratado a lo largo de mi ya larga vida. Fueron años de gran intensidad con visitas diarias a librerías de nuevo y de viejo, a galerías de arte y a salas cinematográficas. Gracias a Pedro, llamado también El Sabio y, a veces, Potencia, lo de Pere/Pera vendría tiempo después, descubrí El tigre de Esnapur y La tumba india, dos cintas cercanas al concepto “cromo” rodadas por un Fritz Lang del que yo ya había visto El testamento del Dr. Mabuse (1933), La mujer del cuadro (1944) y Rancho Notorius (1952), estrenada esta última en España con el título de Encubridora.
Traigo ahora a colación estos datos porque acaba de fallecer Natalia Cidraque Castrobirlaque, mi fiel ayudante en los campos de la algoritmia y la ortopedia, a la que conocí en el vestíbulo del cine barcelonés al que acudí, con Pedro Gimferrer, en 1963, a visionar las dos coloristas cintas protagonizas por Debra Paget. Pedro, arrollador, como siempre, tropezó con Natalia en el patio de butacas al terminar la proyección, derribándola y saliendo rápido a la calle, quizá sin darse cuenta del accidente, quedando yo solo para pedir disculpas y acompañar a su casa a la perjudicada. Un acompañamiento que supuso el inicio de una gran amistad y de una colaboración en lo profesional que ha durado hasta estos días. Natalia sufría osteítis deformante, conocida también como enfermedad de Paget.