Clara Sánchez
Qué infantilmente nos referimos al éxito o al fracaso de la vida personal o profesional de la gente. ¿Éxito en comparación con quién? ¿Fracaso en comparación con quién? Para empezar, como decía Epicuro (creo que fue él), "cada uno es tan desgraciado como cree serlo". Uno no fracasa ni triunfa de un día para otro sino que será un balance que debería hacerse al final de la vida, y ni siquiera entonces porque todo lo que sucede en la biografía de una persona es lo que le ha tocado en suerte, es de su única propiedad, y por tanto la vida en sí misma siempre es un éxito. Y además todo es relativo y todo cambia y ya hemos visto a triunfadores como el banquero Mario Conde pasar al otro extremo, donde a lo mejor esté triunfando más desde el punto de vista humano. Nada es tan simple. No nos deberíamos dejar manipular por las "operaciones triunfo".
Los que nos encontramos envueltos en tareas que necesitan el reconocimiento de los demás pensamos de vez en cuando en estos asuntos, a veces más de la cuenta, pero ha sido el caso del actor Andrés Pajares el que ha puesto estos sobre el tapete el mal rollo del éxito y el fracaso. El buen actor que un día ganó un merecido Goya por la película ¡Ay, Carmela! (dirigida por Carlos Saura) hoy se hunde ante nuestra vista, y en parte lo achacamos a que no ha superado bien un reciente "fracaso" de taquilla, pero sobre todo es su propio desconcierto y pavor ante la indiferencia de los parroquianos el verdadero precio que está pagando.