Clara Sánchez
Así se llaman las jornadas sobre lectura celebradas en el CSIC (Consejo Superior de Investigaciones Científicas), dirigidas a profesores, a las que acabo de asistir. Ha sido una de las pocas veces en que una mesa redonda se me ha hecho corta. Qué compañeros tan reflexivos y talentosos. La compartía con mi admirado Luis Landero, Asunción Lande Etxebeste, Jaime Cela i Ollé y, como coordinador, Ramón Acín, y no ha habido más remedio que referirse a la figura del lector una vez más. El lector, ese ser al que hay que psicoanalizar y mimar para no perderlo. Ese ser delicado, que parece estar dispuesto a dejar de ser lector a la mínima: porque de pequeño le diesen a leer el Lazarillo o porque de mayor abriese una novela que no fuera Los pilares de la tierra. Nos angustia tanto perder a un posible lector que estamos dispuestos a cualquier cosa. Estamos dispuestos a creer que la lectora de novela rosa acabará leyendo Madame Bovary o Cumbres Borrascosas porque parece lo lógico. Pero la lógica aquí no funciona, funciona el apetito, y hay gente que aborrece el caviar por mucho que a otros les encante.
Mañana más.