Clara Sánchez
Recuerdo que en mi primera feria fue toda mi familia a verme. Mis padres, antes de acercarse, se quedaron contemplándome en la distancia como para ver mi logro en toda su dimensión, como para verme entre otros autores dentro de otras casetas y mi primera novela entre miles de libros. No sé qué pensarían, tal vez que me esperaba un camino difícil, sin embargo, recuerdo lo que pensaba yo. Estaba pensando en algo que me acababa de decir una escritora ya veterana, algo parecido a que ahora tenemos que vender los libros como quien vende medias.
Lo dijo por decir, esas cosas que se dicen en las ferias del libro, pero a mí la imagen libro-media se me quedó grabada y aun ahora me parece bastante conseguida. Creo que no hay una venta más delicada que la de las medias cuando la vendedora las saca del paquete, las desdobla, mete la mano por una de ellas y la desliza muy suavemente para que la clienta compruebe su efecto sobre la piel. En el fondo, el lector que hojea un libro, lee la contraportada y algún párrafo, lo toca, está pasando la mano por su entramado para hacerse una idea de que es lo que mejor le va a sentar a su estado de ánimo, a su carácter y a sus gustos. Así que tampoco hay que pasarse de engreídos y pensar que el libro es un mundo aparte. El libro es como todo lo demás, unos hacen medias y otros hacemos novelas, y luego todo depende de cómo le sienten a cada cual.