Clara Sánchez
Confieso que he visto X Files, la segunda versión para el cine de Expediente X. No me esperaba demasiado, pero soy muy fiel a mis afectos y Expendiente X (la serie de televisión) me gustaba. Tenía un toque de ingenuidad, paranoia, morbosería y heroísmo, una mezcla de verdad y mentira, de ambigüedad en todos los sentidos que me pareció todo un hallazgo. Tal vez fue la primera serie en mostrarle al espectador vísceras e imágenes repugnantes ante la mirada impasible de Scully.
Dana Scully era el alma de la historia. Estábamos con Mulder. Queríamos que se encontrara con los alienígenas para que le contaran toda la verdad. Pero nos enamoramos de Scully y no nos hizo gracia enterarnos de que cobraba bastante menos que Mulder por rodar la serie. Nos gustaba que Scully no fuera consciente de su belleza y que llevara aquellos peinados tan inhumanos con las puntas metidas hacia abajo y abrigos cruzados de paño beige que le llegaban hasta mitad de la pierna. Pero ella no se fijaba en esas cosas tan superficiales, ella no se vestía con intención de gustar sino simplemente para cubrirse, porque era una científica y no tenía miedo. Scully se metía en los lugares más tenebrosos y sórdidos sin parpadear, simplemente se ponía a andar con decisión, sin titubear y enchufaba la larga luz de su linterna.